LA CORNADA DEL HAMBRE
Actualizado: GuardarLa última vez que me asomé por la ventana de mi casa en Cozumel a Playa del Carmen, mi vecina del otro lado del Caribe mexicano, los narcos habían asesinado a una familia, supuestamente implicada en una delación. El martes, la madre y los hermanos de un joven infante de Marina muerto en el asalto a la guarida del máximo capo del cartel del Golfo eran pasados por las armas sin piedad. En todos los casos la exhibición de esta fuerza animal se produce como medida de escarmiento, sin que gobierno alguno pueda hacer nada por evitarlo. Peor aún, sin que el Estado intente defenderse de esta peste que infiltra los intersticios del poder político, policial e incluso militar. Pero el desprecio a la vida en la ejecución sumaria de la familia del militar caído en la cacería del narco Leyva palidece ante el degüello por las FARC del gobernador del estado de Caquetá, en Colombia, con métodos hasta ahora privativos de la ira mesiánica de los ángeles de Bin Laden. Estos revolucionarios de pacotilla han declinado hasta constituir un grupo delincuente que se retroalimenta del negocio de la droga, la extorsión, y el rédito de secuestros de ciudadanos inocentes.
La revolución de Bolívar y otros soñadores como el 'Che' ha degenerado en un espurio mercadeo que mueve miles de millones de dólares y posee la gran fuerza desestabilizadora de otro Estado. Contra ella no hay recurso capaz, ni el de los legítimos gobiernos sudamericanos. Ni siquiera de aquellos que cuentan con el apoyo de EE UU, que establece cabeceras de puente en países como Colombia, para impedir que acaben por caer en las manos sediciosas de organizaciones criminales. Personajes poco escrupulosos como Chávez se aprovechan de estos 'narco-guerrilleros' con el fin de incordiar a sus vecinos y sembrar desasosiego. Informes recientes perfilan una vastísima área del Caribe en la que aterrizan o despegan toneladas de cocaína, armas y dinero, y sicarios del más alto rango viven regaladamente emboscados en aldeas sumisas, sumidas en la pobreza. Cuando recientemente fuerzas de la Policía nicaragüense se acercaron a Walpa Siksa, en el remoto Caribe, para dar con un de esos aviones, decenas de aldeanos atacaron a las lanchas que trasladaban a los agentes, disparando a mansalva y asesinando al jefe de la misión.
Es el verdadero peligro. Que el narcotráfico asuma tareas del Estado y reclute a su ejército entre las poblaciones marginales olvidadas. Allí se levantan ahora edificios de cemento con paneles solares y telefonía por satélite. Donde antes el hambre se cobijaba en miserables chozas de paja.