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Las FARC se aferran a la barbarie
Los terroristas recrudecen sus acciones en un intento desesperado de salir de su aislamiento por la presión del Ejército y el hartazgo de la población La guerrilla colombiana aborta cualquier opción de diálogo al degollar al gobernador del Caquetá
Actualizado: GuardarSi la guerrilla de las FARC buscaba a la desesperada impactar a Colombia y al mundo al secuestrar y asesinar al gobernador del Caquetá, Luis Francisco Cuéllar, lo ha logrado. Según los expertos, pretendía desafiar la política de seguridad democrática del presidente, Álvaro Uribe, y volver a disponer de un rehén político para presionar el canje de sus quinientos prisioneros, así como desviar el cordón militar sobre el 'Mono Jojoy' hacia otra zona.
Es posible que el jefe guerrillero haya podido sentir algún alivio, pero al degollar al político, supuestamente cercados por los soldados, los terroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia cercenaron las tímidas posibilidades de alcanzar un acuerdo con el Gobierno. Con ello, también se esfuman las opciones de que fructifique el diálogo emprendido por la senadora Piedad Córdoba para conseguir que sean liberados en las próximas fechas los veinticuatro militares que están cautivos, algunos desde hace doce años.
Otros analistas ven en esa acción la muestra de que la guerrilla que durante casi cincuenta años ensangrienta Colombia está maltrecha e intenta recuperar el terreno perdido en el plano nacional y en las primeras planas internacionales. Uribe, a quien las FARC consideran «el enemigo número uno del canje», vio en el reto una razón más que poderosa para ordenar que se acrecienten las operaciones militares, una postura que volvieron a rechazar las familias de los cautivos, que temen por la vida de sus seres queridos. «Así responden a la generosidad de los colombianos», manifestó el presidente. Desde que llegó al poder en 2002 no ha parado de desplegar soldados por todo el territorio, con lo que ha logrado arrinconar a los guerrilleros en zonas remotas. Siempre se opuso a pactar con grupos armados, aunque aceptó a regañadientes las recientes gestiones de organizaciones cívicas con vistas a negociar la liberación de los rehenes. Mientras, la familia de Cuéllar criticó ayer que, después de las amenazas que había recibido, la seguridad del gobernador no era la adecuada. El político ejecutado el mismo día de su 69 cumpleaños fue durante veintidós años objetivo de la guerrilla liderada por 'Alonso Cano' tras la muerte el histórico Manuel Marulanda 'Tirofijo'. Las FARC acusaban al gobernador de hacer la vista gorda con los paramilitares de extrema derecha, pero las cuatro ocasiones anteriores en que fue capturado por la guerrilla se resolvieron tras el pago de rescate.
Sólo un guardaespaldas
El último y fatal rapto se perpetró este lunes. Contaba con ocho agentes asignados a su protección, pero en el momento del asalto sólo uno se encontraba en la residencia de Cuéllar. Murió en el acto. Portavoces oficiales señalaron a Milton de Jesús Toncel, sustituto de 'Raúl Reyes' en el secretariado de las FARC, como responsable del asalto, llevado a cabo por una nueva reagrupación de la columna Teófilo Forero. Las instrucciones fueron cursadas por Joaquín Gómez y Fabián Ramírez. Éste último es, al parecer, enlace con el bloque oriental del 'Mono Jojoy'.
El asesinato ha provocado la repulsa unánime de toda la sociedad colombiana y de la comunidad internacional. Políticos, aspirantes a la presidencia, sociedad civil, Naciones Unidas, la Unión Europea, Francia -muy implicada en el país sudamericano desde sus gestiones para liberar a Ingrid Betancourt- y Amnistía Internacional, entre otros. «Acto execrable y cobarde», «crimen odioso», «brutal asesinato», fueron algunos de los calificativos escuchados. «Lo degollaron. Lo asesinaron miserablemente», enfatizó Uribe tras conocer que el cuerpo de Cuéllar apareció el martes en una zona rural cerca de donde los rebeldes dejaron calcinado el coche que emplearon en el secuestro.
«No se merecía eso. Era un hombre muy generoso, le encantaba estar con la gente humilde», dijo ayer su esposa Imelda Galindo, quien, arropada por tres de sus hijos, recordó que pasó con su marido «41 años maravillosos». El cuarto vástago fue asesinado en una de las fincas de la familia y nunca se aclaró si las FARC estuvieron implicadas.