Sociedad

El fuego amigo

Víctimas de abusos cuando están en filas y discriminadas a la vuelta. Así es la dura realidad de muchas militares de EE UU

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El número de mujeres soldado en el Ejército de Estados Unidos se ha disparado desde que George Bush lanzó su poderosa maquinaria de guerra sobre Afganistán e Irak, tras los atentados de las Torres Gemelas. Según la última estadística disponible, de noviembre de 2008, unas 205.000 estarían en el servicio activo (el 14,2% de las tropas de los diferentes cuerpos) y 71.000 forman parte de la reserva (un 15% del total). Pero la prontitud con que las chicas han respondido a los reclamos del Ejército -formación, un buen salario (unos 45.000 dólares al año) y la posibilidad de hacer carrera- no se ha correspondido con el trato recibido por la mayoría de ellas.

De entrada, sus camaradas masculinos, amparados por un sistema que está lejos de desterrar el machismo, representan una amenaza más peligrosa que el propio enemigo. Según los últimos cálculos, el 66% de las militares que han buscado atención médica en el Departamento de Veteranos ha sido víctima de asaltos sexuales, tanto en los conflictos en el exterior como en los acuartelamientos en territorio estadounidense. Por asalto sexual la ley tipifica algún tipo de contacto físico, sin contar las agresiones verbales. De ese porcentaje, nada menos que un 27% declaró a sus médicos y especialistas que había sido objeto de violaciones o intentos de violación.

Estos ataques contra las mujeres no suelen ser detectados hasta que se han retirado y acuden a psicólogos y psiquiatras para narrar su drama personal. Muchas habían denunciado los hechos a sus superiores en el momento de ser agredidas, pero la consigna de los mandos es alinearse con sus hombres y quitar hierro al asunto para evitar el desprestigio de la institución. Apenas el 2% de los acusados de violación llega a ser juzgado en tribunales militares. La situación es especialmente vergonzosa para aquellas mujeres que han servido en Afganistán e Irak, porque al drama de la guerra se une muchas veces la rabia sorda de esas vejaciones, casi nunca admitidas por el todopoderoso Ejército de EE UU.

Con ese escenario, no es de extrañar que las veteranas -según las estadísticas más recientes, unos dos millones- tengan de dos a tres veces más probabilidades de suicidarse que las mujeres que nunca vistieron el uniforme. Además, como promedio, las veteranas que se quitan la vida son más jóvenes y utilizan en mayor medida las armas de fuego. Por desgracia para ellas, las informaciones sobre la mala vida en el Ejército obtienen escasa atención por parte de los medios informativos. Poner el dedo en la llaga significaría poner en duda la honorabilidad de los militares, poco menos que intocable en EE UU. En cualquier caso, los ecos de la creciente movilización de varias asociaciones de veteranas han llegado hasta el Senado, abriendo la posibilidad de que el caso sea tratado en los próximos meses.

Entre las causas del alto índice de suicidios también figuran otros motivos comunes a sus compañeros de armas. El más frecuente es la depresión, seguido muy de cerca por el trastorno de estrés postraumático (PSTD), un cuadro de variados síntomas que llega a mermar la capacidad de la persona en diversos ámbitos de su vida social.

En la calle

El número de veteranas de guerra, en su mayoría jóvenes, que vive en la calle se ha duplicado. Las estimaciones actuales indican que hay 6.500 'sin techo'. Según un informe publicado por 'The Boston Globe', las ex militares son dos veces más propensas a padecer esta situación que las civiles. En un esfuerzo por combatir el problema de la vivienda, sobre todo de las que retornan de Irak y Afganistán, el Departamento de Veteranos anunció el mes pasado que destinará 52 millones de euros para proporcionar casas de alquiler a ex soldados de ambos sexos que vivan en la calle.

En casi todos los capítulos analizados, las mujeres que regresan a la vida civil tras su periodo de servicio salen peor paradas que los hombres. Sucede con los índices de suicidio, con la capacidad de procurarse una vivienda y con los salarios que reciben cuando consiguen un trabajo. Para muchas, la auténtica guerra empieza al regresar.