Fusiones
Actualizado: GuardarV amos a ver si ponemos un poco de orden en todo esto de las fusiones. Uno: es verdad que Antena 3 y La Sexta están a punto de casarse, pero Antena 3 no quería que se supiera tan pronto y La Sexta, para acelerar las cosas, ha filtrado la noticia antes de tiempo, con el consiguiente enojo del otro cónyuge. ¿Por qué se ha filtrado? Al parecer, porque así Roures pretende limitar las aspiraciones de Lara, socio hegemónico, sobre los derechos de retransmisión de Mediapro, que eran muchas. Pero aún así, habrá boda. Mientras, Telecinco y Prisa hacían público su compromiso: se lo contaron a la CNMV, para que comunicara el edicto. Había un escollo: Berlusconi, que ha codirigido la operación, no quería quedarse sólo con un 21% de Digital Plus, como soñaba Juan Luis Cebrián, sino que también aspiraba a meter a Cuatro dentro del capítulo de gananciales. Pues bien: el viernes lo conseguía. (Es interesante: Berlusconi y Cebrián, de la mano; Gabilondo, bajo Berlusconi. Bonitas estampas). Así estaban las cosas ayer a la hora de cerrar esta edición; en las últimas horas, el paisaje puede haber cambiado por completo, pero lo veo difícil. ¿Consecuencias? En los dos últimos días, a todos los críticos de TV más o menos veteranos nos han llamado de un montón de medios de comunicación distintos para recabar juicios sobre el proceso de fusiones. Creo que harían mejor en llamar a especialistas en mercados tutelados, pero, en fin. El caso es que una de las preguntas, invariablemente, es si esto no va a afectar a la pluralidad política de la tele en España. Y por supuesto que sí, que va a afectar. El pluralismo editorial en las grandes cadenas nacionales ya estaba reducido al mínimo. A partir de ahora, se reducirá aún más. «Legítimo contraste de pareceres» en la «adhesión inquebrantable al Movimiento», se decía en la España de los años 60. «No es lo mismo», dice el guardián. Bueno, pues no será lo mismo, pero se parecerá. En todo caso, véase la parte positiva: nacen nuevas oportunidades para las voces disidentes. El que no se consuela, ya se sabe, es porque no quiere.