El clima como religión
Hay que actuar ante el impacto negativo sobre el medio ambiente, pero desde el raciocinio
Actualizado:Al revés de lo que Churchill dijera en elogio de los pilotos de la RAF en la Batalla de Inglaterra («Nunca tantos le debieron tanto a tan pocos»), de la Conferencia sobre el Cambio Climático celebrada en Copenhague podría decirse que «Nunca tantos dejaron tan poco detrás». El 'overbooking' de políticos, activistas y público en general (por cierto, ¿pensarían los asistentes en la ingente huella de carbono que su desplazamiento innecesario ha provocado o fueron todos en bicicleta?) ha dado lugar a bien poca cosa de sustancia, si dejamos aparte el lírico desahogo de nuestro presidente, émulo del llamado Jefe Seattle, un indoamericano que, al tiempo que le vendía al presidente Pierce lo que hoy es el estado de Washington, ya afirmaba que la tierra no pertenece a los hombres, sino los hombres a la tierra. También en esto hay cierta emulación: como Zapatero, el jefe de los suwamish decía unas cosas y hacía las contrarias.
Sin embargo, en lo que quiero fijarme no es en los contenidos de Copenhague, ni en el caos organizativo que provocaron al alimón Naciones Unidas y el Gobierno danés, sino en el entorno en que la ecología se ha convertido en una nueva religión, y no precisamente menos intolerante y fanática que otras de las que, con razón, abominamos. La mayor parte de la gente sensata conviene que hay que preocuparse del impacto negativo que sobre el medio ambiente pueden tener las actividades humanas y especialmente la emisión de CO2. La mayor parte de la gente espera que los métodos científicos cuantifiquen ese impacto y, en su caso, propongan los remedios.
Pero ahora hemos sabido que parte de los hallazgos científicos más alarmistas están tamizados por un 'photoshop' que ha eliminado todo aquello que los contradice, que ha manipulado lo que no avalaba la tesis del desastre inminente, y que algunos se han esmerado en borrar las huellas de ese maquillaje. Y los nuevos creyentes, los 'true believers' del credo geocéntrico, no sólo avalan como dogma de fe aquéllo que se ha puesto en cuestión, sino que descalifican sumariamente como 'negacionista' a todo el que ose alzar la mano.
Hay quien piensa que las religiones son tan necesarias al hombre que si se las echa por la puerta se cuelan por la ventana. Pero ésta no es una cuestión que haya que tratar con ese dogmatismo. En este tema no hay sólo creencias, sino muchos intereses y mucha capacidad de movilizar al servicio de ellos. Y muchas decisiones que van a condicionar no sólo el medio ambiente, sino el crecimiento y el desarrollo de la Humanidad, pueden tomarse basadas en premisas dogmáticas sin una base científica robusta. Hay que actuar, sí. Pero desde el conocimiento y el raciocinio, no desde el prejuicio. Está bien pensar en la Tierra, pero, francamente, para volver al culto de la Pachamama conmigo que no cuenten.