Solución sin ventajismo
Ninguno de los actores del 'caso Haidar' debe atribuirse su final como una victoria
Actualizado:El regreso de Aminatu Haidar a El Aaiún, gracias a las gestiones realizadas por EE UU y Francia ante Mohamed VI en apoyo del Gobierno de Rodríguez Zapatero, ha supuesto tal alivio para la sociedad española que sería mejor que ni la activista saharaui, ni el Frente Polisario, ni ninguno de los gobiernos concernidos en el asunto pretendan ahora insistir en que la solución dada constituye un triunfo unilateral. Lo sucedido durante 32 tensos días no es sólo el reflejo de un conflicto que continúa pendiente, el del horizonte que la comunidad internacional parece incapaz de bosquejar para el Sáhara Occidental entre las exigencias del Polisario y la cerrazón marroquí. Evidencia, asimismo, que las relaciones de Estado con Marruecos y el Magreb en su conjunto son extraordinariamente frágiles, inciertas y siempre sujetas a un sordo intercambio de beneficios e influencias. Solo así se explica que una medida huelga de hambre de una mujer en el aeropuerto de Lanzarote haya mantenido despiertas a tantas cancillerías durante todo un mes. Una situación que hace aflorar de nuevo las debilidades que arrastra la acción exterior española, que tan a menudo pendulea entre el enunciado de grandes principios y la toma de decisiones de tono menor que, como en este caso, derivan en problemas de envergadura. Todo parece indicar que Haidar entró en España a causa de la indiferencia con la que el Gobierno recibió la advertencia de Rabat respecto a sus intenciones hacia la saharaui, y a la candidez con la que tramitó o permitió que se tramitara su ingreso en nuestro país. Claro que existía un conflicto de fondo. Pero ningún gobierno debería especular con las posibilidades que el Sáhara ofrece como baza propicia a ser manejada a favor de unos u otros intereses. Ni siquiera a la hora de gestionar mediante una anómala acogida el estatus de una ciudadana que reivindica para sí una nacionalidad carente de pasaporte propio. Ahora es imprescindible que las relaciones en torno al Mediterráneo Occidental se reconduzcan hacia la mayor normalidad, evitando que ninguno de los actores del caso pretenda sacar ventaja de los efectos que ha tenido su actuación.