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Salir de la crisis

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Quitarse del medio esta crisis está resultando muy complicado por razones harto conocidas, sobre todo para nuestro país. Más difícil todavía, como decían en los antiguos circos para el triple salto mortal sin red, en un país de cabras como el nuestro. Un país de trazos gruesos, blancos o negros, ¡con lo hermosa y real que es la infinita gama de los grises!

La primera cuestión es la simpleza con la que gacetilleros o políticos de la oposición exigen al Gobierno una solución total, desempleo incluido y ya. ¡Qué gracia, como si dependiera de ellos, pobrecitos, o como si detrás de las palabras graves del líder de la oposición por ejemplo, hubiera algo más que eso, palabras que se lleva el viento y a lo más un conejo guardado en la chistera cuya colita esconde: abaratar el despido aún más y recortar la protección social a los desempleados, como freudianamente se le escapó a Díaz Ferrán, el líder empresarial a punto de ser expulsado del Consejo de Caja Madrid por moroso. Si es mentira que nos explique «sus soluciones». ¿Y esos empresarios exigiendo al Gobierno cuando son ellos los que no cumplen con la función que legitima sus abultadas plusvalías en tiempos de bonanza? Sólo falta que salgan los banqueros a pedir que les den más dinero para prestárnoslo a 30 años en cómodos plazos.

Ni el catastrofismo de la oposición ni el morrazo de los empresarios que quieren que las plusvalías sigan saliendo de donde les es más fácil (de las rentas del trabajo) y no de la innovación o el riesgo; ni los sindicatos negándose a cualquier reforma laboral cuando en el momento más expansivo la tasa de paro no baja del 8%, ni el Gobierno aferrándose a la Ley de Economía Sostenible cuya hipotética creación masiva de empleo tardará años, puede sacarnos deprisa de la crisis y evitar el alto riesgo de fractura social que la sociedad española acumula.

Ni se puede descalificar a priori la ley que intenta cumplir con un diagnóstico compartido (imperiosa necesidad de cambiar estructuralmente nuestro patrón de crecimiento), ni se puede ocultar a los ciudadanos que el recorte del gasto que se predica va a salir de la protección social y de la obra pública que es la única que tira del carro del empleo. Tampoco se deberían dar instrucciones mezquinas a los presidentes de las Comunidades afines para evitar corresponsabilizarse de la deuda común que nos atenaza.

Habría que poner a los 'think thanks' del país, que con frecuencia se desaprovechan haciendo ideología barata, a diseñar los escenarios previsibles de las distintas propuestas. Conseguir firmar un pacto sería un signo de sensibilidad social e inteligencia.