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ESPAÑA

Alegría en estado de sitio

Cientos de saharauis superan el miedo a Marruecos y se echan a la calle para recibir a su heroína

P. ROSAS
EL AAIÚN.Actualizado:

«¡Viva el Polisario! ¡Viva Aminatu Haidar! ¡Fuera Marruecos!». La «Ghandi saharaui», la «madre de todo el Sáhara Occidental» volvía a su tierra, y sus vecinos, sus amigos, y muchos saharauis que habían venido de fuera no dudaron en salir a la calle a celebrarlo y a proclamar, sin miedo, las consignas que suelen susurrarse en la intimidad de los hogares en El Aaiún.

La capital de la antigua colonia española, que la noche del jueves sufrió un estado de sitio, amaneció ayer tranquila. El Sáhara Occidental celebraba, como todos los musulmanes, el comienzo del año 1431 de la hégira, y las fuerzas de seguridad habían relajado, aparentemente, el celo con el que vigilaban el barrio de Casa Piedra y la residencia de la activista. Duró poco. Al mediodía, un cerco policial blindaba, como había hecho la noche anterior, la vivienda de Haidar e impedía el acceso a la prensa, a la que se había asegurado durante toda la semana que podría trabajar con total libertad.

Poco importaba esto a sus vecinos, que intentaban colarse a toda costa en casa de la defensora de los derechos humanos para felicitarla y agradecerle su lucha. «Aminatu es la madre de todos los saharauis, lo es todo para nosotros», aseguraba uno de sus muchos parientes. «El Nobel que le han dado a Obama se lo tenían que haber dado a ella», señalaba con orgullo Ahmed Salek, primo segundo de la activista.

Haidar había aterrizado a las 23.45 hora local (00.45 en la península) en el aeropuerto Hassan I de El Aaiún. Su llegada, retrasada porque el avión «había estado sobrevolando el desierto durante un buen rato», como reconoció después el doctor Domingo de Guzmán, estuvo envuelta en una gran confusión. El aeropuerto estuvo sellado en todo momento para impedir que la prensa pudiera tomar imágenes y una auténtica muralla de fuerzas de seguridad rodeaba la casa de la activista y sus calles aledañas.

Pero el barrio, donde se concentra buena parte de la población saharaui, se había convertido ya en una revolución. «No tengo miedo, hoy es un día grande para todos, una gran victoria», reconocía una mujer, ataviada con una alegre melfa, en un ulular de alegría. Una marea de chavales gritaban a las fuerzas de seguridad haciendo el símbolo de la victoria con las manos. «¡Fuera de aquí, no os queremos!», vociferaban sin miedo. «¡Quiero irme a la libertad y no quiero violencia!», chillaba un joven encapuchado, agarrándose la camiseta con rabia. La tensión fue en ascenso, hasta que la policía, armada con porras, cargó contra la multitud.