La necedad del corindón
Actualizado:Con la altivez montaraz del espolón de los Abruzzi, en plena Umbria italiana, mi amigo Antonio D'Onofrio asevera que «il pesce puzza dal capo». O sea, que cuando el pescado entra en proceso de descomposición, comienza a apestar desde la cabeza. La completa pérdida de la salud mental colectiva, no clínica, empieza a oler mal desde la cabeza; desde los mecanismos reflexivos propios de la Humanidad. Que la violencia se haya convertido en hábito del comportamiento, desde el seno de la casa hasta la escuela, entre otros espacios, y no tan sólo referido a la violencia física sino también a las sevicias morales, responde a un deterioro pestilente de la moral y, por ende, de la ética. La guerra convertida en constante, entre otras agresiones al congénere, son fruto de estados de tensión y ansiedad agudos.
Son indirectas inducciones del materialismo mercantilista, que nos han convertido en competidores en un lucha cruenta por alcanzar logros materiales a costa de arrebatárselos a los demás con las armas que sea necesario esgrimir. Alejamientos de la espiritualidad. Así, como síntoma liviano, la controversia dialógica, brillante y saludable, se trueca en asalto soez, en ramplonería descalificadora estulta, incurriendo en el despilfarro de desestimar como válida la visión del contrincante locuaz. Ese encaramarse en la almena sistemático, el recurrir a la defensa ajedrecística del enroque por norma, niega todo enriquecimiento, todo aprendizaje cultural, convirtiendo al Ser Humano en un simio tozudo y sordo, agresivo, que sólo aspira a nutrirse, a motivarse, desde el eco cerril de su infértil, por exclusiva y excluyente, voz. Los efectos que esta pandemia de absolutismo intolerante produce en la imprescindible liza política, son devastadores. Umbral de fundamentalismos pétreos que sólo admite el acceso al adherido desde la pleitesía inquebrantable, sumisa, cerrándose ante cualquier corriente ilustradora, que, de tal forma, convierte al discrepante en enemigo acérrimo.
Ganado tiene el corindón el rango de nueve en la escala de Mohs, por su dureza impenetrable. Indúctil, inflexible, inmaleable, cerrado y necio, tiene por único don el poder lacerar a cualquier otro mineral. Ejemplo de necedad metafórica, sirve de modelo para tipificar al necio por antonomasia, al inculto que se niega a considerar, a valorar, las opiniones, confesiones, posiciones y tendencias del otro, en sentido lato, negándole el tolerante abrazo del consenso. Criticar con claridad este vicio desde una posición cavernícola pudiera tener sentido, pero hacerlo desde las luces del Siglo XXI, responde al inquietante diagnóstico de que el Ser Humano se cree mucho más inteligente de lo que es.