PAN Y CIRCO

El borde

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Es normal que la afición amarilla -tras haber experimentado en más de una ocasión la amargura de los descensos- padezca vértigo, ese malestar psicológico intenso que nos provoca el miedo a caer cuando estamos al borde de un precipicio. Es comprensible, por lo tanto, que se sienta especialmente preocupada cuando contempla, semana tras semana, el puesto que el equipo amarillo ocupa en la tabla de clasificación. El temor de un nuevo descalabro aumenta cuando comprueba que, a pesar de los diferentes cambios de delanteros, el casillero de goles marcados sigue ostentando unos números excesivamente bajos. Si ninguno de los cuatro artilleros que se alinearon el domingo pasado logró perforar la portería contraria, hemos de concluir que las deficiencias del equipo están en otros lugares. Estoy convencido, sin embargo, de que todavía se está a tiempo para corregir defectos y para enmendar errores. Ahora ya no valen las explicaciones teóricas ni las promesas de que, a pesar de las múltiples dificultades, las posibilidades de alejarse de estos puestos son reales. Ese discurso alentador nos resulta cansino porque ya lo hemos escuchado en ocasiones anteriores en las que, desgraciadamente, el fracaso fue rotundo. Ahora lo único que nos tranquilizará será la contemplación de una tupida red de goles a favor o de un mullido colchón de puntos. Ya verán cómo, cuando los resultados sean positivos, recibiremos la impresión de que a los jugadores les crecen las alas. Yo sigo manteniendo la esperanza de que las experiencias acumuladas les ayuden a resolver los problemas de la próxima jornada, pero sin olvidar que cada encuentro es un mundo diferente, un libro inédito cuya lectura exige la aplicación de claves interpretativas distintas. El mañana es una incógnita azarosa que hemos de despejar con la ilusión, con la esperanza y con el esfuerzo de hoy.