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ESPAÑA

Todo se queda en un café

Gobierno y oposición se culpan del fracaso de la IV Conferencia de PresidentesZapatero acusa al PP de boicotear la cita y los populares se niegan a firmar contratos de adhesión

ALFONSO TORICES / PAULA DE LAS HERAS
MADRID.Actualizado:

Ni una propuesta concreta puso José Luis Rodríguez Zapatero sobre la mesa de la IV Conferencia de Presidentes. Tras casi tres años de carencia, el jefe del Ejecutivo se decidió a convocar por fin este órgano con un objetivo ambicioso: lograr respaldo a su ley de Economía Sostenible y cerrar un acuerdo sobre políticas de empleo. Ni lo uno ni lo otro fue posible. Los gobernantes del PP llegaban mal predispuestos hacia el anteproyecto estrella del Gobierno, y, justamente por eso, se decidió eliminarlo de manera expresa del orden del día y diluirlo en algo más genérico. Pero la vaguedad de la propuesta gubernamental tampoco dio pie a un apretón de manos.

Zapatero, visiblemente molesto, achacó el fracaso a la actitud irresponsable de los 'barones' del primer partido de la oposición: «Simplemente no se quería que en esta conferencia de presidentes apareciera la palabra 'acuerdo unánime'», reprochó. «Es triste que por un interés partidista no se tenga la altura política ni la visión de interés general de dar respaldo a un documento que contenía el 80% de las propuestas del PP».

Al final, sólo el Gobierno, las comunidades socialistas y Cantabria y Canarias suscribieron un texto -que no tiene fuerza vinculante- en el que, entre otras cosas, se propone la creación de un grupo de trabajo que «en el plazo de tres meses» proponga medidas para el reconocimiento de los conocimientos adquiridos por la experiencia profesional; para conectar los sistemas públicos de empleo y para proporcionar ayudas a quienes carezcan de ingresos tras agotar prestaciones y asistencias por desempleo.

Lo inane de la cita se veía venir desde hacía ya varios días. Los presidentes populares sostienen que nunca, en los días previos, recibieron documento alguno sobre el que negociar. Llegaron las dos de la tarde del día de autos y Zapatero seguía sin plantear nada. «Quiere escuchar antes lo que los presidentes tienen que decir para ver en qué podría haber acuerdo», excusó el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda. «Si hubiéramos presentado una propuesta concreta -alegó a su vez el vicepresidente tercero, Manuel Chaves- nos habrían acusado de venir aquí con hechos consumados y no queremos eso».

Es cierto que el entusiasmo de los 'barones' de la oposición fue siempre escaso y que si ninguno boicoteó la cita con su ausencia fue porque Mariano Rajoy exigió que ninguno hiciera semejante feo institucional. Sin embargo, el fracaso a la hora de acordar medidas no se debió en exclusiva a su actitud. El propio Zapatero ya había llegado a la conclusión de que no merecía la pena buscar algo más que una declaración de intenciones.

Importancia pedagógica

Como coportavoz de las comunidades socialistas -junto al andaluz José Antonio Griñán- Barreda defendió la «importancia pedagógica» que «en sí misma» tiene una reunión entre los 17 presidentes autonómicos y el Gobierno. Esta vez se contó también con la presencia de los agentes sociales y, para darle más empaque aún, a última hora se decidió la incorporación de la vicepresidenta económica, Elena Salgado, y de un consejero por cada comunidad. «La responsabilidad de esta Conferencia -insistió Chaves- es trasladar confianza en un momento delicado como éste».

Los representantes de las comunidades del PP, el gallego Alberto Núñez Feijóo y el riojano Pedro Sanz, replicaron que es difícil acordar sobre la nada. Y el presidente de la Xunta denunció la discriminación de la comunidad «más importante», la que formarían los cuatro millones de desempleados que, de ser región, apuntó, sería la quinta más poblada de España, y de la que, según afirmó, no se llegó a hablar. «Zapatero nos plantea un plan de imagen de sí mismo que no un plan económico para España», recriminó.

Apenas una hora después, durante el almuerzo, llegó el texto sobre el que Zapatero pretendía negociar. Sanz había advertido de que los suyos no serían partícipes de un acuerdo a contrarreloj. «Sólo busca una foto con el Rey, los sindicatos y los presidentes para lavarse la cara porque no sabe salir de esta situación».

El PP sostiene que si se quiere que la Conferencia de Presidentes sea útil habrá que cambiar el modo de trabajo y celebrar reuniones sectoriales que permitan llegar al encuentro con un acuerdo pergeñado. «Es posible -admite uno de los 'barones' socialistas- que sea bueno encontrar otra fórmula pero también es cierto que con voluntad política todo sería más fácil».

Diez horas

Los gobernantes del PSOE subrayan que tampoco las propuestas que llevaron los populares fueron concretas. De hecho, fue sobre la base de esa falta de precisión sobre la que Zapatero aspiraba a llegar a un consenso porque ambos hablaban de una reforma laboral, de búsqueda de la estabilidad presupuestaria y austeridad en el gasto público. Pero en diez horas no hubo manera de que todos subieran al mismo carro.

El presidente del Gobierno, desesperado, hizo un último intento: incorporó a su propia propuesta la del PP en materia de empleo y agricultura. Pero lo más que logró así fue que los ocho presidentes populares se abstuvieran en la votación. El texto contó con 12 votos favorables, pero el reglamento -también aprobado ayer- de la Conferencia exige unanimidad para los acuerdos o dos tercios para las recomendaciones. No se alcanzó ninguno de los dos listones.

Alberto Núñez Feijóo se defendió de los ataques del presidente Rodríguez Zapatero y aseguró que todos los populares habían propuesto remitir el texto a las comisiones sectoriales de Industria, Empleo, Economía y Administraciones Públicas para que en ellas se llegara a un consenso pero la respuesta fue negativa. «En tres horas querían un contrato de adhesión incondicional y eso es imposible porque significa improvisar en temas tan fundamentales como el empleo y la política económica, que es lo que lleva haciendo tres años el Gobierno y a lo único que lleva es a cosechar cuatro millones de parados», recriminó el presidente de la Xunta de Galicia.