Dos cubiertos más en un almuerzo sin el Rey
MADRID. Actualizado: GuardarLos participantes en la IV Conferencia de Presidentes sólo tuvieron un momento de tranquilidad en la tensa jornada. Tras los primeros rifirrafes y descalificaciones matutinas, todos los gobernantes se relajaron durante poco más de una hora con el almuerzo que ofreció el presidente del Senado, Javier Rojo. El menú: vieiras con verduras confitadas y carabinero asado, mero con guiso de habas y chipirones, y frutas de temporada con helado de chocolate, y para beber, rioja y cava.
Los platos apenas cabían en la mesa. Y los comensales, tampoco. A última hora, los invitados tuvieron que apretarse para dejar hueco a dos invitadas al ágape de última hora: las vicepresidentas María Teresa Fernández de la Vega y Elana Salgado.
A diferencia de las primeras ediciones de estas citas presidenciales, el Rey no ofreció ese almuerzo en el Palacio Real. No fue falta de hospitalidad, sino por una cuestión práctica: no dar plantón al jefe del Estado porque se alargaban 'sine die' las conversaciones, como ya ocurrió alguna vez.
Los asistentes llegaron con hambre, lógico ante el madrugón que se dieron: el primero en llegar fue el secretario general de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, que a las 7:40 horas ya estaba en la Cámara Alta.
La presencia por primera vez en el evento de los representantes de los agentes sociales obligó a realizar dos fotos de familia. La primera, con el Rey, el Príncipe de Asturias, José Luis Rodríguez Zapatero, Manuel Chaves y los presidentes territoriales; y la segunda, con los mismos más los líderes de los sindicatos y la patronal, así como las vicepresidentas primera y segunda del Ejecutivo.
Tras los retratos, a trabajar a puerta cerrada. Los alrededores del Salón de Pasos Perdidos estuvieron vedados a quien no fuera presidente. Todo para evitar un incidente como el de 2007, cuando un 'barón' autonómico grabó el discurso de Zapatero y pasó el sonido a la prensa. El presidente del Gobierno cometió ese día un lapsus y habló del atentado del 11-M como de un «accidente». El escándalo de su difusión redujo a la nada el resto de la conferencia.