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La guerra del uranio

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La propagación de la ofensiva 'yihadista' hasta el corazón del Sahel también ha oscurecido otro conflicto en el que convergen intereses económicos, ecológicos y políticos. Níger, uno de los países más pobres del mundo, exporta anualmente unas 3.000 toneladas de uranio, mineral básico para el desarrollo nuclear de las potencias tradicionales y que es también demandado por las emergentes China e India. Mientras su población indígena lucha por la subsistencia en condiciones hostiles, empresas de Occidente y Oriente pugnan por contratos que aseguren el respectivo abastecimiento en lo que se interpreta como otro capítulo más de la lucha global por el control de las materias primas. La última gran concesión dará lugar a la gran mina de Imouraren y ha constituido un triunfo de la compañía gala Areva y del propio presidente Nicolás Sarkozy.

Nuevamente, los tuaregs aparecen implicados en esta operación ya que los yacimientos se hallan en su territorio, pero apenas han participado en los beneficios generados. Al contrario, sus líderes denuncian el agotamiento de los acuíferos por los requerimientos industriales y los elevados índices de radioactividad que sufren las tierras y poblaciones asentadas en el área de influencia. Los hombres azules denuncian que las explotaciones se realizan sin medidas compensatorias ni respeto a los estándares de salubridad.

Las revueltas, especialmente violentas el pasado año, reclamaban fundamentalmente la participación en los ingresos obtenidos. La región septentrional de Agadez ha constituido el epicentro de una guerra sucia entre los rebeldes del Movimiento de Nigerinos por la Justicia y el Ejército, saldada con treguas y un clima de insatisfacción en el que los fundamentalistas pueden encontrar convenientes aliados.

La connivencia entre las firmas extranjeras y los grupos de poder, facilitada por la generalizada corrupción y la escasa conciencia democrática de la ciudadanía, también proporcionan las condiciones óptimas para la desestabilización del régimen. Parece que Al-Qaida ha encontrado en este país, tránsito entre el Magreb y el África Subsahariana, un marco ideal para su presunta guerra de liberación.