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Hambre

Los pobres cargan con la terrible injusticia en la que se ha convertido nuestro mundo

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Qué difícil es explicar a las nuevas generaciones el hambre que se pasó en España en la posguerra! Las más vetustas generaciones echan mano de este ejemplo para reprender a los niños que dejan la mitad de la comida en el plato o hacen ascos a lo que se les pone delante. Un argumento tramposo, o al menos ineficaz, que se utiliza para ratificar la eterna cantinela de todos los abuelos que en el mundo han sido: «Esto en mis tiempos no ocurría».

Yo también caí en esa trampa. Recuerdo aún el día en que para que un hijo mío de 10 años acabara lo que le había servido hice algo todavía más inútil, le recordé la cantidad de niños que en el mundo no podían comer, mientras que él dejaba la comida en el plato sabiendo que iría directa a la basura. «¡Mientras ellos mueren de hambre!», recalqué en tono dramático intentando a todas luces hacerle sentir culpable. Mi hijo, con una visión mucho más racional del problema que yo, respondió: «¿Me estás queriendo decir que si yo me acabo este plato de judías aliviaré el hambre de esos niños de los que me hablas?»

Sí, es cierto, los argumentos no eran sólidos ni para que mis hijos se acabaran lo que tenían en el plato ni para que tomaran conciencia de la brutal pobreza que había en el mundo, mucho mayor todavía a día de hoy. Porque los pobres han dejado de ser los objetivos de la caridad y se han convertido en lo que realmente son, los que cargan sobre sus espaldas la terrible injusticia en la que se ha convertido nuestro mundo. Pero, ¿cómo hacérselo comprender a los niños para que, cuando sean mayores, sus almas y sus mentes hayan hecho suyo el problema y se comprometan y solidaricen con él? ¿Cómo hacerles vivir la tragedia, cómo vivirla nosotros mismos, de que el año 2009 ha batido todos los records de hambre en el mundo?

Según los datos de la FAO, una sexta parte de la Humanidad sufre desnutrición, y 1.020 millones de personas pasan hambre todos los días. No por malas cosechas, sino por la crisis mundial que afecta sobre todo a quienes no la han provocado, los pobres, que han visto disminuir sus ingresos y aumentar el paro. Por si fuera poco, los especuladores financieros, siempre presentes en la salud y en la enfermedad, se han puesto en marcha en los mercados de materias primas agravando la actual crisis alimentaria. El director general de la FAO, Jacques Diouf ha dicho: «Esta crisis silenciosa del hambre -que afecta a uno de cada seis seres humanos- supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundiales. Necesitamos crear con urgencia un amplio consenso para la erradicación rápida y completa del hambre en el mundo».

Pero, ¿qué consenso es posible, si ni siquiera se logra para salvar el planeta donde vivimos todos, ricos y pobres?