LA HOJA ROJA

Otro gallo cantará

Nuevos tiempos. Los gaditanos se hacen a la idea del cierre de los míticos almacenes Soriano con la vista puesta en el nuevo mercado

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La construcción del imaginario colectivo siempre ha necesitado de iconos, de símbolos, de golpes de efecto para dar una forma tangible a los grandes cambios que se han ido produciendo a lo largo de la historia. Hay símbolos que se convierten por sí solos en imagen del cambio. Recuerden. La Guerra Fría sólo dejó de serlo cuando el muro de Berlín se redujo a 'souvenirs' para los turistas, la caída del régimen de Sadam Husseim no lo fue hasta que su estatua no salió rodando por todas las televisiones del mundo. Otros, en cambio, anticipan los hechos de una manera premonitoria, el hundimiento del Titanic simbolizó para siempre lo que luego sería la década más negra de la economía mundial, o el colosal incendio de Roma, que sería para la eternidad la única expresión de la caída del Imperio Romano. Y así, desde que el mundo es mundo, un eclipse, una cabra con dos cabezas, un mudo que empieza hablar de repente, un terremoto... han ido configurando el espacio mítico del 'fatum', de las «grandes señales» que preconizan las fracturas de la historia, las fisuras por donde se van colando los nuevos tiempos.

El año que casi se nos acaba, juega con todas las papeletas para convertirse en uno de esos años infortunados en los que el verbo se hace más carne que nunca, una de esas épocas plagadas de síntomas de que algo está cambiando ante nuestros ojos. Un año que comenzó con la amenaza de tornado -¿quién se acuerda ya, si la memoria es tan frágil?- que tuvo hasta una suelta de toros y que acaba con el cierre y los apocalípticos descuentos de Soriano, el último referente del comercio gaditano. Cierra Soriano y parece que se nos derrumba el mundo hasta ahora conocido. Somos así. Vimos con total pasividad y conformismo, cómo uno a uno fueron cerrando La Camelia, Ivarte, Coimbra, Galerías Preciados, Europa, Moravia, El Bazar España, El Palacio de la Moda, Texca, La Paloma, La Imperial, La Cubana, Lepanto, La Vajilla, Orcha, Almacenes Barcelona, La Riojana... pero ha sido Soriano el que ha hecho tambalear los cimientos de nuestro imaginario colectivo, de nuestra memoria histórica, de nuestro futuro. Cierra Soriano y ya hay quien habla de un McDonald's en la plaza de la Flores, como si tal cosa, al lado mismo del freidor. Y antes de que cante el gallo, ya lo verán, serán otros -quién sabe- los que tomen el relevo económico de esta ciudad. Puede que no sea para mal.

Un giro de 180 grados

Al final, parece que los comerciantes se están planteando dar un giro a ese horario absurdo que tienen. Al menos, eso es lo que dice el Gerente de Cádiz Centro Comercial Abierto, José Domingo Prieto, quien ya se atreve a hablar de un horario unificado, «de forma experimental», abriendo de forma ininterrumpida «cuando llegue la época de los cruceros». Bueno, tal vez le van viendo las orejas al lobo. Será porque como dice el refrán «Gallo que no canta, algo tiene en la garganta», aunque ese algo venga en forma de oriental abriendo sus tiendas de sol a sol. Miren, si no, lo que ocurre en La Laguna, donde la peluquería china está haciendo furor entre los vecinos y no sólo por sus horarios.

Son nuevos tiempos, no me cabe duda. Hasta el mercado, dicen, se adaptará a la nueva ola -cuando lo abran, eso sí, porque a estas alturas, permítanme tener alguna duda. Hasta la pista de patinaje parece otra, o por lo menos ya no parece la lonja del pescado. Hasta la iluminación navideña no resulta tan ordinaria como otras veces. Y eso que son las Navidades más cortitas de lo que va de siglo, si no, pregunten a las administraciones de lotería, que a estas alturas aún tienen casi todos los números del bombo sin vender. Si no, pregunte en qué ha quedado la comida de su empresa este año. Si no, averigüe dónde llena la cesta de Navidad su vecino. No nos queda otra que esperar y confiar en que algo se está moviendo aunque aún no sepamos a dónde va.

A ver si la gallina de los huevos de oro nos pone por fin alguno. Y empezamos a cambiar la historia, a pesar de que ya saben que, «en donde canta gallina no cacarea gallo» que dice el refranero, y el pleno municipal de la semana pasada -el gallinero en estado puro- fue un claro ejemplo de que nos falta rodaje -y algo más, para qué engañarnos- si queremos jugar esta partida. Que no hay que perder las fuerzas en el insulto, en la queja, en el lamento, que hay que tirar para adelante y empezar a cobrar los intereses de lo que un día fuimos depositando en las urnas, en el gobierno y en la oposición. Porque ni unos ni otros están a la altura. El tiempo juega en nuestra contra, y en menos que canta un gallo estarán por aquí las efemérides y las improvisaciones y los «no da tiempo» y los «no lo sabía» y los «no me invitaron» y los «eso es lo que hay» que de tantos apuros nos han sacado siempre. Y vendrá la hora de buscar culpables y de quedarnos como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando.

Refranero popular

El refranero es sabio. «Gallina que no pone huevos, al puchero». Ahí lo tienen. Y también dice «gallo cantor, al asador». Todo cambia. Total, el único gallo normal que nos quedaba, el políticamente incorrecto de la misa de nochebuena, el de las doce de la noche, también cambia y se adelanta dos horas. Lo que les decía al principio, «el día que tú naciste, grandes señales había», que le decían a Abenámar, el de la morería.