
Doce narcos admiten su culpabilidad para reducir la pena hasta diez años
El dueño de la peña Paco Alba de Barbate reconoce haber vendido la droga para pagar sus gastos de ludopatía
CÁDIZ. Actualizado: GuardarEn la casa de los Verdugo, en Barbate, todos sabían de los negocios sucios del cabeza de familia, Diego V. G., de 54 años. Todos sus allegados habían oído rumores acerca de sus trapicheos con la cocaína y que la vendía en el bar de la Peña Paco Alba que regentaba; y hasta sabían el lugar donde escondía la droga en la casa: los botes de la sacarina, donde quizá intentaba disimularla entre tanto polvo blanco.
Sin embargo, ayer, ante el tribunal de la Audiencia Provincial que los juzgaba, todos los miembros del clan, que se sentaban en el banquillo por narcotráfico, se desentendieron de los negocios del cabeza de familia, al que casi repudiaron: «Mi padre está medio loco, nunca estaba en casa», llegó a decir una de sus hijas. «Yo era su esposa, lo era; pero me divorcié cuando pasó aquello», puntualizaba su ex mujer al ser preguntada por el fiscal.
Diego V. G, en cambio, sí admitió su culpabilidad y reconoció haber montado un punto de venta en el bar. Como única excusa alegó que lo hizo para cubrir los gastos de su ludopatía. Además, exculpó a toda su familia: «son personas antidroga; el que tenía problemas era yo y ellos no sabían absolutamente nada».
A cambio de admitir la culpa y dar conformidad a la acusación, la Fiscalía le ha reducido la pena de prisión con una importante rebaja: de 17 años de cárcel, a sólo siete, de los cuales tres ya los ha cumplido en prisión preventiva.
La oferta del fiscal no se limitó al cabeza de familia de los Verdugo. A ella también se sumaron otros once narcos, de los 20 que están acusados en la causa, supuestos miembros de tres bandas distintas de traficantes. En tres de los casos -incluido el de Diego V. G.-, el fiscal llegó a reducir la pena hasta 10 años de prisión, de lo cual se beneficiaron los supuestos cabecillas de las tres bandas desmanteladas. Aunque otros cinco acusados vieron cómo la condena les empequeñecía de manera importante, hasta casi la mitad: de once a cinco años.
A pesar de todo, al encontrarse otros ocho procesados que se declararon inocentes -la mayoría del clan de los Verdugo-, el juicio se celebró con todos los acusados sentados en el banquillo. Uno por uno, los 20 procesados declararon ante el tribunal de la Sección Primera de la Audiencia, presidido por el magistrado Lorenzo del Río.
Las respuestas más destacadas, sin duda, fueron las de las hijas y la sobrina de la familia Verdugo, a las que el fiscal intentó pillar en continuas contradicciones y desmentidos, sobre todo en torno a una nevera de playa cargada de hachís que supuestamente las vástagas del principal acusado intentaron hacer desaparecer.
La cuestión de la nevera
«Yo no sabía nada; mis primas vinieron a mi casa y se llevaron una nevera el día de la detención, pero no sé cómo llegó hasta allí, ni qué tenía dentro (contenía hachís); sólo sé que no me gustaba nada y quería que se la llevara», declaró con la voz temblorosa la sobrina de Diego, a la que se le imputa haber custodiado parte de la droga. Su marido, en cambio, sí admitió haber ayudado a su tío en el tráfico de estupefacientes, aunque dijo que la droga que se halló en su casa (200 gramos de hachís y 11 de coca) era «para consumo propio».
Las hijas del principal acusado también cayeron en ciertas contradicciones, de nuevo en torno a la nevera de hachís: «Yo no sé nada de la nevera, la vi en casa de mi prima y luego estaba en la mía, pero no sé cómo llegó hasta allí», aseguró una de ellas.