Narices
Actualizado:Ya nada es lo que era. En el portal de Belén, en lugar de pastorcillos ahora se concentra una legión de 'paparazzi'. Me refiero, por supuesto, al portal de Belén Esteban, que es el icono que por estas fechas preside la salita o el salón de la vivienda media española, tras haberle ganado terreno al pesebre. En ese portal de Belén no hay estrellas, sol ni luna, sino una lluvia de cegadores flashes intentando captar el resultado de la operación de nariz a la que se ha sometido la susodicha. Esa nariz, con su tabique semiderruido, era la perfecta metáfora de la ruina intelectual y moral que nos invade cada vez que situamos las vicisitudes de la Esteban al mismo nivel, en cuanto a interés público y alcance informativo, que (por ejemplo) el secuestro de unos cooperantes catalanes o la huelga de hambre de una activista saharaui. Ahora el tabique ya está reparado, sin que hayamos sabido nunca a ciencia cierta qué o quién lo llevó a desmoronarse de un modo tan estrepitoso. Pero nosotros seguimos más o menos donde estábamos.
La nariz, tal vez por ser un apéndice con tendencia a la hemorragia, ha sido capaz de generar por sí sola, y a lo largo de la Historia, desde irónicos poemas (Quevedo) a extensas leyendas urbanas (el famoso tabique nasal de platino de Sinatra). Este siglo no iba a ser diferente y una famosa nariz (o lo que queda de ella) sigue haciendo correr ríos de tinta (rosa, mayormente), suscitando interminables debates televisivos y alimentando audiencias.
Agotada prácticamente la mina 'Ambiciones' y con un matrimonio aparentemente estable, a la Esteban ya le iban quedando pocos recursos para mantenerse en el 'candelabro'. La rinoplastia ha sido un golpe maestro, pues de ella surgirá un goteo incesante de especulaciones y polémicas. Nos esperan días altamente instructivos, con clases de anatomía televisadas, en las que aprenderemos a distinguir una ojera de un cartílago. Tiene narices la cosa.