Una familia en blanco y negro
Actualizado:La familia Fernandes tiene cinco niños y vive en Olinda, una ciudad del estado brasileño de Pernambuco. A buen seguro es una familia humilde afectada de una u otra forma por la crisis pero que conserva intacta la alegría de vivir. En eso no se diferencia mucho de la gran mayoría de los brasileños. Lo que hace distintos a los Fernandes es que tres de sus hijos son albinos. Al padre y la madre, que son negros (afro-brasileños según los cánones de lo políticamente correcto), les han salido dos hijos de igual color que ellos y otros tres que parecen pasados por harina. Dos de ellos, Estefanía Carolina y Kauan, aparecen en la foto jugando con su prima Taina.
El especialista en genética Valdir Balbino, que es profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, reconoce que no ha conocido un caso similar pese a que la población brasileña es pródiga en híbridos de distintas razas. Igual la historia podría arrojar algo de luz a la hora de desentrañar el enigma. Dicen las viejas crónicas que Pernambuco permaneció entre 1630 y 1654 bajo dominio de los holandeses. No cuesta demasiado imaginar la impresión que la sensualidad del nuevo mundo tuvo que causar en aquellas gentes venidas de una Europa que empezaba a respirar los severos rigores del protestantismo. Es probable que la semilla que dejó entonces algún colono más pálido y rubio de lo normal haya aflorado tres siglos después siguiendo unas leyes genéticas que ni el mismo Mendel sería capaz de descifrar. Afortunadamente, a los chavales no parece que les preocupen tales disquisiciones, sino pasárselo bien y, a poder ser, hacerle alguna jugarreta al gato, que es lo suyo.