Derechos de andar por casa
Actualizado: GuardarEn estos días cuando una parte de Cádiz limita al sur con Aminetou Haidar en el aeropuerto de Lanzarote y cuando por otra parte seguimos desentrañando por qué la geografía inhumana llegó a relacionar a la base de Rota con la de Guantánamo, sabemos que no sólo los disidentes chinos o los indígenas americanos luchan por hacer suya la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Mañana vuelve a ser el cumpleaños de aquel histórico acuerdo de Naciones Unidas, con frecuencia reducido a la condición de papel mojado.
También son sus activistas aquellas familias que acogen a unos ojos enormes llegados del desierto o ese puñado de faros de carne y hueso que, a lo largo de la costa de este confín de todos los imperios, abrigan los sueños náufragos que quizá Marruecos empuje ahora de nuevo hacia una España cuya última reforma de la Ley de Extranjería sigue teniendo más hechuras de muro que de abrazo. Por los Derechos del Hombre y de la Mujer se lucha denodadamente puerta a puerta y casa por casa: a menudo, las dictaduras estallan en mitad de la salita de estar y la guerra fría ocupa el rellano de nuestras escaleras. Con demasiada frecuencia, aunque no siempre informen sobre dicho suceso los medios de comunicación, los tanques de la miseria ocupan nuestras neveras: «No podía ser de otra manera, cuando uno de cada diez gaditanos se encuentra excluido, cuando antes de la crisis había en Andalucía 440.000 personas excluidas, que no se beneficiaron de las épocas de bonanzas pero a los que sin embargo sí que les están afectando los recortes presupuestarios y la paralización, y van ya 10 años, de la necesaria Ley de Inclusión para Andalucía», reclama la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía que, hoy, en vísperas de dicha Conmemoración, ha decidido reconocer a título póstumo a Antonio Gómez Estrada, uno de esos gandhis de andar por Cádiz que luchó por la dignidad desde el movimiento vecinal, a bordo de la Federación 5 de Abril. Los expertos que creen que la realidad debe adaptarse a la ley y no a la viceversa, distinguen entre derechos de primer y de segundo nivel, como si alguien pudiera decidir si es más importante comer que respirar. Al menos, una vez al año, el calendario nos recuerda que todavía nos queda un camino largo para que el mundo sea justo, comenzando por la alarmante falta de viviendas que aqueja desde hace un universo a los excluidos de nuestro entorno y terminando, por ejemplo, bajo la melfa color esperanza de una mujer saharaui en huelga de hambre frente a la soberbia de todos los gobiernos.