Sociedad

El muchacho de Bisley

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A pesar de que en un principio no le otorgó gran credibilidad, a Bram Stoker le sedujo la historia del muchacho de Bisley. Concurrían demasiadas circunstancias como para que la cuestión fuese relegada a la región de los mitos aceptados.

Según la tradición, la princesa Isabel fue enviada en su niñez a Bisley junto con su institutriz para cambiar de aires, pues se esperaba que el fresco viento de aquellas colinas la fortaleciera. Sin embargo, la princesa tuvo un acceso de fiebre aguda y murió. La institutriz temía decírselo al padre, que estaba de camino. Tenía Enrique VII un carácter «que no contribuía a la felicidad de sus allegados». Así que, desesperada, habría escondido el cuerpo de la princesa y salido al pueblo en busca de alguna niña cuyo cuerpo pudiera sustituirse por el de Isabel y aplazar el terrible momento de la noticia hasta que el rey se hubiera ido. Ni en el pueblecito ni en sus alrededores pudieron encontrar a una niña con una edad razonablemente adecuada, así que, finalmente, fue un niño quien sustituyó a la princesa. El rey no sospechó nada y el secreto, amparado por las remotas colinas de Bisley, se mantuvo más de lo previsto. Mucho más.

Esta historia data de 1543. Stoker se encontró con muchas dificultades para tratar de contrastarla y tuvo que apoyarse en «las más absolutas y genuinas probabilidades» y en varios documentos, que leyó entre líneas. Por supuesto, trató de contestar a la principal pregunta que suscita esta historia: ¿es posible que existiera un niño que pudiera superar las dificultades relativas al aspecto, educación e inteligencia requeridos para sustituir a la princesa? La respuesta apunta a un posible hijo ilegítimo, en una situación cuya vida supusiera un motivo de vergüenza, un niño que pudo haber nacido en el seno mismo de la familia del rey... Stoker insiste en que por muy descabellada e improbable que parezca la historia de Bisley no es imposible. Incluso añade ciertos datos a la tradición. Asegura que cuando la institutriz quiso ocultar el secreto, escondió el cadáver, como solución provisional en un ataúd de piedra que había en el jardín de la casa y que, mucho después, aparecieron los huesos de una joven en dicho ataúd. Añade que antes de que Isabel subiera al trono, todas las personas que conocían su secreto, desparecieron. Mantiene que Isabel siempre se negó a que la reconocieran los médicos... Datos e interrogantes, en suma, en los que Stoker quiso creer y que, de ser ciertos, revelarían una de las mayores imposturas de la historia.