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«El tratamiento ha cambiado mi vida: ahora soy feliz»
JEREZ. Actualizado: GuardarAlejandro Fernández tiene 23 años, es taxista y lleva once meses de tratamiento en Proyecto Joven por su adicción a la cocaína y al alcohol. Apenas le quedan unas semanas para el alta terapéutica y su vida ha cambiado por completo en este último año. «Toqué fondo en las últimas navidades. Mi padre me dio un voto de confianza y la noche de fin de año aparqué en la puerta de un bar y me gasté en unas horas todo el dinero que habíamos hecho él y yo trabajando». En casa se acabaron las oportunidades y Alejandro se sintió muy solo. «Yo quería hacer algo en la vida. Sabía que podía cambiar y que tenía que echarle mucho valor. Entonces vinimos a Proyecto Hombre», recuerda.
«Aquí me sentí muy querido y comprendido, algo que no sentía entonces desde hacía tiempo», asegura el joven. Alejandro se adentró en el mundo de las adicciones siendo un adolescente debido al maltrato que sufrió por parte de un ex novio de su hermana. «Empecé a consumir cocaína de forma esporádica porque me ayudaba a olvidar pero el problema sigue estando ahí. Alcohol sí que necesitaba todos los días. Las drogas me llevaron a no tener aspiraciones en la vida, a descuidar a mi familia. He robado y he hecho de todo». Su primera petición de ayuda a la familia fue con 17 años pero el intento no prosperó: «Sólo tenía amigos en ese mundo y no sabía decir que no porque no tenía suficiente personalidad».
Atención integral
Proyecto Joven no sólo facilita que chicos como Alejandro salgan de las drogas sino que aborda las adicciones como un problema integral. «Pedí ayuda para superar el trauma del maltrato, de sentirme culpable, y para retomar mis labores como padre. Tengo un niño de cuatro años y no sabía cómo hacerlo», cuenta.
Los primeros pasos fueron complicados porque Alejandro tenía que seguir unas normas estrictas: no quedarse nunca solo, no manejar dinero, cambiar de número de teléfono, no saludar a otros consumidores o recogerse a las diez de la noche entre semana y a la una los fines de semana para aislarse de posibles tentaciones.
«Esto me ha cambiado la vida a mí y a los que están a mi alrededor: ahora soy feliz. Salgo y al día siguiente me acuerdo de lo que he hecho, de que me lo he pasado bien», continúa Alejandro, que cuenta con naturalidad todas sus duras vivencias porque dice sentirse «muy orgulloso» de su paso adelante. «Estaré eternamente agradecido a todos los que me han ayudado con lo del trauma porque me he liberado, a mi terapeuta y mi educadora, a mi familia y a mi novia porque sin su apoyo no habría sido posible».
Alejandro comparte hoy su trabajo como taxista con su padre y se está sacando el graduado escolar, algo que también truncaron las drogas cuando era un adolescente pero que no impedirán ahora.