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Elián, el invisible
El niño balsero es hoy un discreto adolescente de 16 años que estudia en la escuela militar
Actualizado: GuardarLa odisea de Elián González Brotons, el niño balsero salvado milagrosamente de una muerte segura, fue durante meses portada de periódicos y revistas de todo el mundo y centro de una de las más enconadas batallas entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Hoy su protagonista es un joven larguirucho que estudia en la escuela militar Camilo Cienfuegos de Matanzas y tiene ya el carné de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). En las escasas fotos difundidas aparece siempre feliz, sin rastro de aquella aventura que quizá sería mejor definir como tragedia: su madre, Elisabeth, fue tragada por el mar junto a su novio y otros nueve compañeros de la balsa en noviembre de 1999, cuando se fue a pique la embarcación con la que ponían rumbo a Estados Unidos.
A Elián, que ayer mismo cumplió 16 años, lo salvaron dos pescadores que lo llevaron a Florida y lo colocaron, sin pretenderlo, en el epicentro de la actualidad mundial. Hoy, en cambio, Elián se ha vuelto prácticamente invisible: casi no aparece en actos oficiales, en un intento de mantenerlo al margen de la curiosidad y permitirle llevar una vida más normal, que incluye salidas a lugares frecuentados por otros jóvenes de su edad. Pero, a diferencia de ellos, lleva guardaespaldas, como el resto de su familia. Su hogar, donde descansa los fines de semana, también permanece custodiado.
Se trata de una edificación moderna de una planta, con las ventanas y la puerta cerradas, donde dos jóvenes aseguran no saber nada de Juan Miguel González. «No hay nadie y no sabemos cuándo vendrá». Juan Miguel es el padre que viajó a Miami para recuperar a su hijo tras la terrible muerte de su madre. Recibió ofertas para quedarse a vivir en Estados Unidos pero regresó a Cuba. Después se licenció en Turismo y es diputado nacional. Sin embargo, no ha querido aceptar cargos de mayor responsabilidad en el mundo empresarial.
Sigue trabajando como camarero en el Parque Josone, un espacio abierto en el centro Varadero, donde hace unos años Elián correteaba entre pavos con otros niños bajo la atenta mirada del guardaespaldas que no dejaba acercarse a ningún adulto. El chaval viste hoy uniforme militar en la escuela, tal vez un anticipo de la licenciatura que elegirá. «Tiene la posibilidad de optar por una carrera en lo civil, pero generalmente los estudiantes que optan por las preparatorias militares es porque tienen perspectivas de seguir en las universidades militares», explica Darna, guía del museo de la Batalla de Ideas de Cárdenas.
La gente lo conoce como el museo de Elián. Se levanta en el antiguo cuartel de Bomberos, fue inaugurado por Fidel Castro el 14 de julio del 2001 y cuenta con una sala especial dedicada al niño balsero. «Sólo se exhiben tres cuadernos de Elián. Sí tenemos cosas suyas, ropa de cuando era chiquito, el teléfono que usó Juan Miguel para hablar con él la primera vez, cosas de la familia, pero sólo se sacan cuando hay muestras especiales».
La implicación personal de Fidel Castro y la machacona presión frente a la representación diplomática de Estados Unidos en la isla lograron que el gobierno de Bill Clinton permitiera el regreso de Elián a Cuba en junio de 2000. Desde el mismo momento de su llegada, tuvo un trato especial: llamaba «abuelito» a Fidel Castro y celebró con él sus actos de graduación y cumpleaños hasta julio de 2006, cuando una enfermedad intestinal casi llevó a la tumba al líder cubano, hoy con 83 años.
Mercenarios a sueldo
El niño pasó los primeros días en un entorno infantil especialmente elegido para su recuperación. Luego siguió sus estudios en Cárdenas y en la Escuela de Secundaria Básica Urbana (ESBU) Esteban Hernández, con la relativa 'normalidad' que permite el ir siempre con un guardaespaldas. Jamás ha concencido una entrevista. «La familia no quiere entrevistas» fue la respuesta a todas las peticiones para conversar con su padre, su abuela, algún profesor o algún amigo que pudiera contar cómo es actualmente aquel 'balserito'.
En Cárdenas, a unos 160 kilómetros de La Habana, muchos vecinos consideran lógico que Elián y su familia cuenten con custodia policial. «Los de los derechos humanos de La Habana pueden venir y atacarlo, porque él es un símbolo», asegura Marizta, que trabaja en el sector turístico de Varadero. Los medios de comunicación cubanos, todos oficiales, insisten en que el «imperio» planea agredir la isla y no descartan que los disidentes, llamados «mercenarios a sueldo de Washington», provoquen disturbios. Recuerdan actos de sabotaje como la cadena de atentados contra instalaciones turísticas de los 90, que dejó un visitante italiano muerto en el Hotel Copacabana.
«Elián va a fiestas con sus amigos, hace una vida completamente normal, como cualquier muchacho de esa edad, aunque, eso sí, siempre tiene un custodio detrás», explica María Eugenia, agente de seguros. A la salida de la antigua escuela, unas chicas desconocen si tiene novia, quizá entre las compañeras de la academia militar. Mery, una de las nuevas estudiantes, que conoce a Elián de vista, aventura un análisis más profundo. «No creo que se divierta mucho con todo lo que pasó».