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La fábrica de las estrellas
El Barcelona abre las puertas de La Masía, semillero de talentos en el que se forman personas y moldean astros del balón; el último, Leo Messi
BARCELONA. Actualizado: GuardarLa Masía está metida en obras menores, justo lo que no necesita el Barcelona. El engranaje blaugrana es un reloj de precisión suizo en el que todas las piezas están ajustadas al milímetro. Tocarlas descompondría un mecanismo perfecto. En el corazón de la filosofía azulgrana, además de futbolistas, se moldean actitudes. Fuera de sus muros se aprende a hacer paredes; dentro, a ser persona. El despertador interrumpe el sueño de los chavales a las 6.45 horas y, a partir de ahí, comienza una larga jornada de aprendizaje que concluye con el entrenamiento. Cuatro a la semana más partido. Un complejo andamiaje por el que se escala hasta la cima y sólo unos pocos hacen cumbre. Los elegidos. El Barça abre las puertas de la mejor cantera del mundo, el semillero de talentos en el que se forman hombres y moldean astros del balón; el último, Leo Messi, además de oro.
La Masía no es un centro de alto rendimiento ni tampoco una instalación deportiva de última generación. Es un coqueto caserío del siglo XVIII, restaurado en 1966 y situado en las inmediaciones del Camp Nou. Cuenta con varias habitaciones -ahora en proceso de reforma-, salas de estudio con ordenadores y wifi, oficinas, comedor, cocina y un puñado de profesionales que está pendiente de los jóvenes las 24 horas al día. Lo dirige Carles Folguera, ex jugador de hockey patines y pedagogo de profesión. «Sabemos cómo son y de dónde vienen, conocemos su situación familiar y escolar, controlamos su día a día y tratamos de encajarles dentro de un modelo convivencial y formativo rico en valores. Somos papás y mamás de estos chavales».
En estos momentos, hay 57 jóvenes de entre once y dieciocho años que residen en La Masía. En realidad, sólo doce pernoctan en la casa -por razones de espacio-, mientras que el resto lo hace en el Camp Nou. El club ha habilitado dos plantas para los canteranos y la mayoría de los chicos duermen en el mismo sitio en el que el Barça hace soñar a su afición. Casi todos son futbolistas (más del 80%) y los demás se dedican al baloncesto y uno al hockey patines. «Tenemos chicos de todas partes», explica Folguera. «25 provienen de Cataluña, 16 del resto de España y otros tantos del extranjero». El Barcelona ha borrado fronteras del mapa para globalizar su cantera y convertirla en una referencia mundial. No esperan a que los padres vengan a trabajar a Pobla de Segur, sino que van en busca de sus hijos. Ahora cuentan con niños de Senegal, Nigeria, Camerún, República Dominicana, Argentina, Georgia, Grecia... Las barreras idiomáticas y culturales se diluyen bajo el peso integrador del fútbol y un objetivo común: llegar a ser el mejor.
Como los referentes que tienen en el primer equipo, también esculpidos en la factoría azulgrana. En la pugna por el último Balón de Oro había tres barcelonistas entre los cuatro primeros: Messi, Xavi e Iniesta. Gente de casa. Folguera, que ha elaborado un modelo pedagógico de lo que debe ser La Masía, considera que la clave del éxito reside en una «buena detección de talentos». De ello se encarga la red tejida por Pep Boada, responsable de un cuerpo de 30 ojeadores que rastrea el mercado español en busca del 'material' excelso. En cuanto a los que trabajan a nivel internacional, el Barça prefiere no facilitar cifras.
Patrón de juego
Los cazatalentos radiografían los partidos de los combinados autonómicos, las finales de cadetes y juveniles, los Mundiales y Europeos de las selecciones sub'17... Elaboran informes detallados y la captación se produce a través de dos vías: la directa -el chico es tan bueno que se apuesta por él de inmediato- y la indirecta; es decir, el ojeador recomienda al club hacerle una prueba para decidir acerca de su posible incorporación. Después entra en escena el aprendizaje de una filosofía de jugar y entender el fútbol. «Siempre nos hacemos una pregunta: ¿qué queremos conseguir?», resume el director de La Masía. Lo tienen claro. Un jugador tipo para cada puesto. Cuando se fabrica un '4', el molde es Pep Guardiola. El '6', Bakero. Saben lo que quieren y trabajan 'a la carta'.
«La forma de jugar del Barça se inculca a los chavales desde benjamines», precisa el director de La Masía. «Los entrenamientos se ajustan siempre a un patrón de juego determinado». A grandes rasgos, cabe en tres conceptos básicos: «Toque, construcción y pase corto». Esta filosofía vertebra el proceder creativo del fútbol base y, una vez arriba, en el primer equipo, cambiarán los estadios y los rivales, las camisetas y los objetivos, pero nunca la manera de entender el juego.
Albert Benaiges, coordinador de las categorías inferiores, repasó para la revista oficial del club las virtudes que deben tener los chavales en cada puesto. En la portería se valora «la altura, la agilidad, los reflejos y la capacidad para mandar»; los defensas deben ser «agresivos, con buen juego de cabeza y carácter. Además, es muy importante que sepan sacar bien el balón desde atrás»; los centrocampistas, la quintaesencia de este Barça, precisan de «inteligencia y buena técnica. Si hemos sacado tantos medios es por la manera de entrenar y de entender el juego. De los Milla, Amor y Guardiola a los Xavi, Iniesta y Busquets ha habido una evolución. Antes eran especialistas y los de ahora son más ofensivos y completos»; y los delanteros, concluye Benaiges, tienen que ser «rápidos, hábiles y con el don del gol».
Folguera insiste en que, además de la vertiente deportiva, La Masía está concebida como una institución pedagógica que enseña una serie de valores de obligado cumplimiento. «El entorno y la parcela social son muy importantes. Hablamos de humildad y constancia, de educación y de 'picar piedra', de bajar los humos a un chaval que ha metido tres goles el fin de semana -si fuera necesario- y de devolver la confianza al que la ha perdido». Recuerda que los proyectos sólo funcionan «si las ideas están claras» y si sus responsables «hablan el mismo idioma».
Porcentaje de aciertos
En sus tres décadas de historia, que acaban de cumplirse este año, un total de 442 futbolistas han pasado por La Masía. 41 han llegado a estrenarse con el primer equipo -un 10%- y 38 pudieron colocarse en otros clubes de Primera; el resto tuvo que buscarse la vida en categorías inferiores e incluso muchos de ellos se perdieron para la práctica del fútbol profesional. Llegar es una carrera de fondo repleta de obstáculos y sólo los más rápidos, los más fuertes, los más talentosos y los más constantes cruzan la meta. «Si a todas estas cualidades añadimos un trabajo coherente ya tenemos mucho ganado», explica Folguera.
La Masía cuenta con la figura del educador de fin de semana. Una persona que enseña a los chavales a divertirse y a gestionar su tiempo libre. «Los fines de semana les lleva al cine, a la bolera... Organizan diferentes actos para pasarlo bien y aprovechar al máximo los ratos de ocio», desgrana el director. Cuenta que hacen falta «tres condiciones» para entrar en la residencia blaugrana: talento deportivo, que los niños quieran estar en la casa y que estén en permanente formación académica. De hecho, disponen de cuatro profesores que imparten clases de refuerzo escolar. Folguera maneja un presupuesto anual de 630.000 euros para satisfacer todas las necesidades relativas al inmueble.
El modelo funciona y ya cuenta con planes de expansión. La Masía prepara la mudanza y está todo preparado para la construcción de la nueva residencia, en los terrenos de la Ciudad Deportiva de Sant Joan Despí. Tendrá una capacidad para 82 chavales -ahora es de 60- y pasará de los 600 metros cuadrados actuales a la friolera de los 6.000. La fábrica blaugrana sigue echando humo, que el filtro de Guardiola transforma en oro. Como el balón de Messi. Y dicen que no será el último. Juran que saldrá del lugar donde duermen las estrellas.