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Patas de gallo

Sólo el Tribunal Constitucional está llamado por la Constitución para determinar qué es conforme a ella

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Alos 31 años toca llorar las primeras ausencias y verse en el espejo las primeras patas de gallo. Eso le pasa a nuestra Constitución y es normal que le pase.

Ausencias. Como si la extraviada memoria le hubiese querido rendir un último servicio, Jordi Solé Tura nos ha dejado, en vísperas del cumpleaños de la criatura a cuyo alumbramiento contribuyó con los otros seis 'padres' de aquélla; dos años antes había abierto la triste marcha Gabi Cisneros.

Patas de gallo. A quienes peinaríamos canas si tuviéramos algo que peinar, nos parece ahora que a esa edad éramos casi unos niños. Pero es la edad a la que ahora chicos y chicas se empiezan a interesar por los antioxidantes y el ácido hialurónico. Una edad en la que se empieza a constatar que la primavera de la plenitud no es eterna. Pero una edad redonda, sin las angustias de la juventud ni el desencanto de la madurez. Tal, la Constitución. Los 'retoques' -los que propuso el Gobierno en la legislatura anterior y algún otro, como el mejor blindaje de las competencias estatales y un mejor cierre del sistema autonómico- pueden esperar.

Lo que es menos normal es que, al hilo de la demorada sentencia sobre el 'Estatut', se esté poniendo en tela de juicio la propia esencia del control constitucional como un elemento básico de la arquitectura política. Lo peor de esta discusión es que no versa sobre lo que debiera hacerlo: si el texto pasa o no la prueba del algodón que la propia norma establece. Los argumentos de quienes, de forma más o menos virulenta, ponen en cuestión un posible juicio negativo del Tribunal, oponiéndole la carga de legitimidad que acarrean los sucesivos pronunciamientos de los Parlamentos catalán y español y el refrendo de los ciudadanos, olvidan lo fundamental: nada de eso podría convertir en constitucional lo que no lo es, y nada de eso obvia el hecho de que sólo el Tribunal Constitucional está llamado por la Constitución a determinar qué es y qué no es conforme a ella.

Sosiego, pues. La Constitución no es perfecta, pero ha sido y es el mejor cauce jurídico-político que los españoles nos hemos dado en nuestra accidentada peripecia histórica. Guardémosla y dejemos que la guarden quienes tienen que hacerlo, sin dramatismos ni sobreactuaciones. La dignidad de Cataluña no va a verse malherida por el hecho de que 'Els Segadors' sea el 'himno nacional' o el 'himno' a secas de Cataluña. La dignidad de los españoles, incluidos los catalanes, sí quedaría menoscabada si un malentendido sentido de la conveniencia o la oportunidad cercena la decisión del Tribunal sobre una Ley, sobre cualquier Ley.