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Efecto desánimo

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Cuando se nos cae el alma a los pies cuesta mucho trabajo agacharse para recogerla. Los estados depresivos y los Estados deprimentes, como el que ahora legítimamente gobierna, traen estas cosas. Incluso el supervisor del Banco de España no quiere ver lo que se avecina, pero ha visto llegar los heraldos negros, siempre escoltados por los números rojos. Dicho en el lenguaje eufemístico que sirve para entenderse a los economistas y allegados, se incrementan «los flujos de salida hacia la inactividad» como consecuencia del paro. Para que lo entendamos todos: hay cada vez más personas tan desesperadas que ya no esperan nada y «miran los más altos campanarios, para un salto mortal, serenamente». En eso consiste «el efecto desánimo».

La crisis ha creado un impacto histórico en el beneficio empresarial, que ha caído un 30%, pero aún no se ha evaluado la disminución que se ha producido en los que se han quedado sin empleo. En vista de eso, el Gobierno crea un nuevo cargo para el diálogo social, para poner en marcha el nuevo fondo de 20.000 millones para la economía sostenible. También se ha aprobado otra ley, más bien un decreto, que permitirá a los discapacitados jubilarse a los 58 años. ¿Por qué no se amplía a los señores ministros y a las señoras ministras de diversas edades que hayan demostrado que son incapaces? El Banco de España avisa al PP de que está algo molesto con su actitud sobre las fusiones de las Cajas de Ahorros, que se confunden con las Cajas de Pandora. ¿Cómo vamos a animarnos, si el año nuevo va a traernos tantos nuevos parados?

Es una pena que no se produzca el efecto alegría por decreto. No depende del voltaje de las iluminaciones navideñas. Ahora lo que hay que alumbrar son los Bancos y las Cajas.