El Vietnam de Obama
Aumentan las voces que comparan el conflicto afgano con la mayor derrota militar de EE UUEl presidente hace malabarismos para contentar a los que están en contra y a favor de retirarse del país centroasiático
NUEVA YORK.Actualizado:En la que ha sido su decisión más meditada, y quizás la de mayores consecuencias para su futuro en la Casa Blanca, Barack Obama se presentó ante sus ciudadanos el pasado martes para anunciar que incrementará sustancialmente la presencia militar estadounidense en Afganistán con el envío de 30.000 soldados adicionales. Para alejar los fantasmas de una guerra interminable al estilo del mayor desastre bélico de EE UU en el siglo XX -la pesadilla de Vietnam-, el presidente dijo acto seguido que tiene un plan claro para finalizar un conflicto que dura ya casi nueve años. Y lo que más importa a sus compatriotas: una 'hoja de ruta' para la progresiva salida del Ejército del enjambre afgano.
En el discurso leído ante los cadetes de West Point, Obama fijó el inicio de esa retirada a partir del verano de 2011. El viernes, sin embargo, el Consejero Nacional de Seguridad, James Jones, se vio forzado a precisar que esa fecha se refiere al comienzo de la transmisión de responsabilidades a las autoridades de Kabul, no al final de la presencia militar de EE UU. «No tenemos tiene intención de dejar Afganistán en un futuro cercano y desde luego, no en julio de 2011», sentenció Jones, indicando que en algunos círculos se había producido una interpretación equivocada de las palabras del mandatario.
Este mar de contradicciones refleja los obstáculos que ha tenido que encarar el inquilino de la Casa Blanca para poner sobre la mesa una estrategia que satisfaga las demandas tácticas de los militares y los deseos de sus compatriotas, cada vez más divididos sobre el mejor camino a seguir. A aquellos que apoyan la guerra, Obama ha respondido prometiendo más tropas. A los que están en contra, trata de garantizarles que la vía de escape está próxima.
En una encuesta realizada tras el discurso, el plan de Obama parece haber ganado adeptos entre los escépticos, tanto demócratas como republicanos y un sector de los votantes independientes, una muestra de que ha sido capaz de elaborar una estrategia que satisface en parte las aspiraciones de cada bando.
Para los críticos que aspiraban a medidas más contundentes como la reducción del número de soldados y una retirada total de de Afganistán a corto plazo, la propuesta del Gobierno deja las cosas peor de lo que estaban. Norman Solomon, jefe del movimiento antibélico Demócratas Progresistas de Estados Unidos, comparó la decisión de Obama con la escalada militar en Vietnam. «Es una situación clara de un presidente metiéndonos cada vez más a fondo en una guerra a la vez que proclama que hay luz al final del túnel».
La sombra de la guerra de Vietnam, que duró diez años y costó la vida a más de 58.000 soldados norteamericanos, ha acompañado al inquilino de la Casa Blanca desde que proclamara poco después de jurar el cargo que estabilizar el país centroasiático era una de sus grandes prioridades. Aunque Obama lo haya negado una y otra vez, un creciente número de voces consideran que son ecuaciones similares aunque las motivaciones ni los momentos históricos puedan compararse.
Entre los que no se han quedado tranquilos con la escalada militar los paralelismos son preocupantes partiendo de la asunción casi unánime de que Estados Unidos nunca será capaz de derrotar militarmente a los talibanes. En Vietnam entonces como en Afganistán ahora, el poderío del Ejército de EE UU era aplastante, capaz de vencer en una batalla tras otra, pero impotente para ganar la guerra. En vidas humanas, ninguno de los conflictos posteriores al del sudeste asiático se cobró tantas víctimas estadounidenses, si bien la opinión pública, cada día más sensibilizada con la suerte que puedan contar sus jóvenes en el frente, ve en Afganistán una ratonera cada vez más peligrosa. Como se demostró en la guerra contra el Vietcong, los sucesivos incrementos de tropas para detener el avance de los soldados comunistas solo sirvieron para que aumentaran el número de bajas norteamericanas y para multiplicar hasta cifras vergonzosas las muertes de civiles.
Lo peor con Afganistán es que se ha enquistado el sentimiento de que el país que los norteamericanos tratan de sacar del caos no es ni siquiera una nación sino un Estado semifallido, con un Gobierno incompetente y corrupto, para colmo considerado ilegítimo por una gran proporción de sus habitantes.