Mohamed Ijaz y su mujer Farzana con sus hijos Rani, Bilal y Karin, de 3 años, 6 meses y 4 años, respectivamente. Su sobrina, a la izquierda, tiene 6 años. A la derecha, con su hermano Mohamed Riiz y su padre, Karm Ali.
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Un riñón contra la miseria

Una historia cotidiana. Hay familias enteras a las que les falta un riñón. Lo vendieron para engañar un rato a la pobreza, por menos de 800 euros

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Hay mucha dignidad en la mirada que sostiene Mohamed Ijaz, paquistaní de 25 años, segundo por la derecha en la foto principal. Y mucho de maldita cotidianidad en esa camisa levantada que exhibe sin pudor una cicatriz que le atraviesa el costado. El suyo, el de su padre, el de su hermano, el de su mujer. Ella también la tiene, aunque no la muestre, y muchos más a los que este reportaje no pone nombre. Los protagonistas de esta historia son cuatro miembros de una familia modesta, como todas las que se asientan en Rawalpindi, un distrito de la periferia en la parte más septentrional de Pakistán, uno de esos 'stands' del 'bazar del riñón' que es este país. Pero hay otros bazares: América Latina, Egipto, China o la India, donde el comercio de órganos fue legal hasta 1995. Hoy ya está prohibido, pero sigue existiendo porque hay un gran negocio detrás. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que uno de cada diez trasplantes en el mundo se hacen así. Sólo en Pakistán se venden 1.500 riñones al año. Los destinatarios, acaudalados americanos, europeos y ciudadanos de Oriente Medio que se operan en clínicas privadas de Lahore (Pakistán) o en la misma Rawalpindi. En estas tierras áridas la vida no es fácil para nadie. Y son muchos: 636 habitantes por kilómetro cuadrado, siete veces más que la densidad media de España. La necesidad aprieta y el atajo más rápido es vender un riñón. Lo han hecho -volvemos a fijarnos en la foto- Mohamed Ijaz, que tiene la cicatriz reciente, y antes su hermano Mohamed Riiz, de 22 años, su padre Karm Ali, de 65, y su esposa Farzana Ijaz, de 20. No les han dado a cada uno más de 800 euros (100.000 rupias) porque las mafias que hacen de intermediarios se quedan con otro tanto o más, pero su salario no llega a los 32 euros mensuales, así que las cifras con tres dígitos son una auténtica fortuna. Con este dinero Mohamed Ijaz ha pagado un crédito al dueño de la fábrica de ladrillos en la que trabaja. No saldrá de la miseria, si acaso podrá engañarla un rato. A cambio, otro podrá vivir mejor. Los dos sustentan este negocio, el 'turismo del trasplante', un mercado creciente, advierten en el Ministerio de Sanidad español. Esto no es Pakistán, pero aquí también hay quien está dispuesto a dejarse abrir en canal por un buen puñado de euros. Se han detectado por Internet vendedores de riñones que piden entre 15.000 y 100.000 euros. En España el tráfico ilegal de órganos acarrea penas de hasta 12 años de cárcel -acaban de modificar el Código Penal-. En Pakistán es casi gratuito.