El pionero español en la NBA
Fernando Martín, el pívot que marcó una época en el baloncesto español, falleció hace veinte años en accidente de tráfico
Actualizado:Esta semana se han cumplido veinte años de la muerte de Fernando Martín, uno de los mejores baloncestistas españoles de todos los tiempos. Un 3 de diciembre de 1989, el pívot del Real Madrid se adentró en el tráfico de la M-30. Conducía un Lancia Thema 8.32 e iba a recoger a su compañero Quique Villalobos para ir al Pabellón a ver un partido que él, lesionado, iba a presenciar desde la grada. Por razones desconocidas su vehículo se saltó la mediana, invadió el carril contrario e impactó contra otro coche. Falleció en el acto. Tenía sólo 27 años.
Desaparecía un jugador irrepetible. El hombre que llegó al basket tarde (15 años) y de rebote (del balonmano); descolló en Estudiantes; triunfó en el Real Madrid; conquistó la plata con España en Los Angeles (1984) y algo único, tuvo el honor de ser el primer español en jugar en la NBA.
El 'gotha' español
La muerte le elevó al 'gotha' de genios, a la altura de Joaquín Blume, Manolo Santana, Ángel Nieto, Severiano Ballesteros y Paco Fernández Ochoa. Los cinco recorrieron la vía más difícil en el deporte: salir de la nada y llegar arriba a base de talento y determinación.
Blume, Santana, Nieto y Ballesteros colocaron a nuestro país entre las potencias de su especialidad. Paquito fue una luminaria que resplandeció en Sapporo (1972) y se extinguió. Martín fue diferente. Ni fruto espontáneo -venía de la escuela del Estudiantes- ni jugador milagro. Pero sí fue el pionero. El hombre que abrió las puertas de la NBA a los españoles.
Fernando Martín Espina (Madrid 25 de marzo de 1962-3 de diciembre de 1989) fue todo un personaje. Rebelde, donjuán (le relacionaron con Ana García Obregón), estirado y reñido con la prensa, tenía el carácter fuerte de los que se autoexigen y luego exigen a los demás. Peleaba siempre. No diferenciaba entre un entrenamiento y un partido oficial. Era un tío sólido, fiable, para el que cada rebote y cada balón eran siempre el último.
Con el Madrid había ganado cuatro títulos de la Liga (1982, 1984, 1985 y 1986) y dos copas del Rey (1985 y 1986). Medía 2,05 m y jugaba de pívot, siempre con la camiseta número 10. Destacaba por una gran fortaleza física no exenta de técnica y su capacidad de progresar. Con estos atributos, y sin haber pasado por una universidad americana, se arriesgó y dio el salto a la NBA. Era 1985. Lo eligieron los New Jersey Nets, en segunda ronda del draft, con el número 38. Ese verano viajó a Estados Unidos y participó en el campus de los Nets. Lo hizo bien, pero le ofrecieron un contrato no garantizado y prefirió seguir en Madrid.
Tras el Mundial de España del 86 volvió a la NBA y fichó por los Portland Trail Blazers. Debutó el 31 de octubre. Su entrenador, Mike Schuler, no confiaba en él, pero aquel día tuvo la obligación de hacerle jugar. Fernando jugó y perdió ante los Sonics por 110-127. Estuvo en la cancha 2:02 minutos. Pronto se dio cuenta que la NBA era otro mundo. Los pívots eran más grandes. Los jugadores de 2,05 tiraban de fuera y eran tan fuertes o más que él. Los bases se movían demasiado rápido, eran imparables.
A lo anterior, se sumaron una fractura de nariz y una artroscopia en la rodilla. Pronto perdió todas las opciones, ya de por sí bajas. A final de temporada su aportación era escasa. Participó en 24 partidos, con un total de 146 minutos. Anotó 22 puntos y capturó 28 rebotes.
Contrato astronómico
En 1987, el Real Madrid quiso repescar al hijo pródigo y le ofreció un contrato astronómico de 100 millones de pesetas (600.000 euros) por año. Tenía que elegir entre esta cifra o el banquillo de Portland. Optó por regresar.
Volvió cambiado. Le costó reactivarse en una liga menor. Había arriesgado y había perdido. Además los dolores de espalda comenzaban a ser un calvario. Tanto como saber que no podía volver a la selección, vedada a los profesionales por un reglamento absurdo.
El 3 de diciembre de 1989 fallecía en accidente cuando se dirigía a ver jugar al Madrid. Atrás quedaban una afición enmudecida; sus equipos: Real Madrid y Estudiantes; su familia y Jan, el hijo que tuvo con la modelo alemana Petra Sonneborn, un chaval que ahora tiene 25 años y juega en Israel.