Locos por las clásicas
La fiebre por las motos de época ha poblado las carreteras españolas de 'viejos cacharros'. El único restaurador profesional de BMW cuenta sus secretos
Actualizado: GuardarNatxo Barral contiene la respiración cuando se dispone a arrancar por primera vez una de las motos que acaba de restaurar. Es el gran día, la culminación de cientos de horas de laborioso trabajo. La moto luce impecable. Nadie diría que tiene 40 años. Está tan pulcra y brillante que uno podría pasar la mano por el motor o acariciar la base de los escapes sin miedo a mancharse. Natxo pulsa el botón y al cabo de unos segundos que parecen eternos el bicilíndrico inicia un suave ronroneo que poco a poco se va haciendo más sordo. Un par de tímidos acelerones confirman que todo está en orden. Una sonrisa borra el gesto crispado del restaurador, que por fin respira sin cortapisas. «Habremos reconstruido más de medio centenar de motos, pero todavía me tiembla el pulso cuando tenemos que arrancarlas la primera vez».
Barral es uno de los mejores restauradores de motos clásicas de España. Aunque todavía es joven, lleva casi veinte años en el oficio y le llueven encargos de todos los puntos de la península. «Trabajaba de mecánico en una tienda de motos y lo de la restauración era una simple afición. Sin embargo, poco a poco me fui metiendo en el mundo de las clásicas y empecé a viajar a exposiciones y ferias de otros países. Me di cuenta de que en Francia, Alemania y sobre todo en Inglaterra hay infinidad de empresas y talleres que viven de restaurar vehículos y decidí probar suerte».
Barral fue testigo de los primeros pasos para la recuperación del patrimonio de la industria española de las dos ruedas. «Hasta hace unos pocos años todo se llevaba al vertedero; recuerdo que las Sanglas 400 que usaba la Guardia Civil de Tráfico, que eran unas motos magníficas fabricadas en Hospitalet, sólo empezaron a ser recuperadas cuando llegó la noticia de que habían llegado a España unos coleccionistas ingleses que estaban detrás de ellas». Hoy en día hay ya un club de usuarios de las Sanglas, lo mismo que de otras joyas de la industria nacional como la Montesa Impala, la Bultaco Metralla o la Ossa Mick Andrews.
Como invertir en oro
La recuperación de viejos ejemplares de la época dorada del motociclismo español ha dado lugar a la tímida aparición de una industria auxiliar y una red de talleres especializados. El mercado de la moto clásica es el único que aguanta en medio de un vendaval económico que amenaza con llevarse por delante el sector de las dos ruedas. La experiencia de otros países europeos (en la UE el vehículo histórico es una industria saneada que mueve unos 16.000 millones de euros anuales) constituye toda una referencia. Incluso hay quien dice que la incertidumbre financiera está convirtiendo a los clásicos en refugio de inversores asustadizos. «Vamos, que sería casi como invertir en oro», bromea el restaurador, que reconoce no obstante que «es difícil que una de estas motos pierda valor».
En el mundo de los vehículos clásicos se impone la discreción a la hora de hablar de dinero. Barral, que trabaja únicamente con BMW (la propia marca delega en él cuando se trata de poner en marcha una exposición con sus modelos de época), reconoce que son máquinas caras. En su página web se anuncia un modelo de 1960, una BMW R50S, por 22.000 euros que tiene ya el cartel de vendida. «Todo depende del estado de la moto y del modelo pero para acceder a una BMW de unos 30 o 40 años habría que poner un precio de partida de unos 6.000 euros».
Las motos más demandadas en los últimos tiempos son las de los años setenta. «Son modelos que combinan la prestancia de lo clásico con las comodidades de los vehículos modernos. Una 75/5, que es una 750 centímetros cúbicos que empezó a fabricarse en 1969, es una moto que se arranca con botón y que alcanza una velocidad considerable, muy por encima de los límites legales. Es el modelo que tiene más tirón y se encuentran en buen estado desde los 10.000 euros».
Lawrence de Arabia
Las motos de la firma germana, no obstante, distan de ser las más cotizadas. «Se podría decir que la cúspide de la aristocracia de las clásicas es la Brought Superior, una moto que es el equivalente al Rolls en dos ruedas y que es la que pilotaba el militar británico Lawrence de Arabia cuando se mató. Por un modelo en buen estado se pueden llegar a pagar hoy en día hasta 150.000 euros», cuenta Barral.
Hasta hace unos años acceder al mundo de las clásicas requería, además de recursos económicos, unos mínimos conocimientos de mecánica para mantener la moto. La irrupción de los profesionales de la restauración ha derribado los muros y ha permitido el acercamiento a los 'viejos cacharros' de muchos aficionados que carecían de la capacitación técnica necesaria. «El perfil del aficionado a las clásicas -explica- ha cambiado bastante. Antes era un universo muy restringido porque cuidar una moto antigua requiere dedicación y cierta pericia. Visto así se puede decir que es una afición que se ha 'democratizado'».
La moto clásica vende imagen. Es un icono que se ha incorporado a la publicidad y hay tiendas de moda que se disputan determinados modelos para dar 'glamour' a sus escaparates. Llueven los encargos, pero Barral tiene claro que la restauración sigue siendo un proceso artesanal. «Solemos tardar en torno a un año en restaurar por completo una moto. Es un proceso lento en el que intervienen muchos especialistas, desde pintores a cromadores pasando por torneros, y que exige tener paciencia. Hay veces que hemos tenido que volver a desmontar toda una moto recién acabada porque el motor hacía un 'cli-cli'».
La pulcritud es una de las señas de identidad del restaurador donostiarra. El banco en el que se desmontan los motores brilla casi tanto como las piezas recién salidas del baño de cromo. El recinto parece más un laboratorio que un taller mecánico. Su obsesión por la limpieza sólo es equiparable a su meticulosidad. Barral revisa personalmente hasta la última tuerca de cada moto que restaura. Sólo así se explica que sus trabajos tengan una garantía de un año, algo que ni siquiera ofrecían los fabricantes cuando pusieron en venta los modelos que ahora recupera. «Hay veces que pienso que me implico demasiado, pero creo eso es algo que siempre pasa cuando tu afición se convierte en tu trabajo».