A vueltas con la excomunión
Actualizado: GuardarLa excomunión tiene resonancias medievales, hace pensar en lóbregas mazmorras y autos de fe, pero sigue siendo la sanción prevista para «ciertos pecados particularmente graves», según consta en el Catecismo de la Iglesia. En el caso del aborto se aplica de manera automática -como reflejo del «daño irreparable causado al inocente», según detalla el texto-, pero también puede ser el resultado de un proceso canónico.
Claro que a veces ambas modalidades prácticamente se confunden. Es el caso del ex arzobispo africano Emmanuel Milingo, cuya excomunión fue anunciada por el Vaticano en 2006. En realidad, él mismo se la había ganado ipso facto al ordenar obispos a cuatro curas casados. En años anteriores ya había hecho méritos, sobre todo al contraer matrimonio con una acupuntora coreana en un rito de la secta Moon, aunque en aquella ocasión Milingo pudo expiar su culpa mediante un largo retiro y el distanciamiento de su esposa.
Otro caso reciente, quizá el que más controversia ha suscitado, fue la excomunión de los padres de una niña de 9 años que abortó en 2003 en una clínica de Managua, tras haber sido violada en Costa Rica. La iglesia nicaragüense comunicó públicamente la medida, que se extendió a los médicos y a los grupos sociales que habían apoyado la intervención. Como reacción a la noticia, 26.000 españoles solicitaron para sí mismos igual castigo, a través de una campaña puesta en marcha por la Red de Organizaciones Feministas.
La excomunión tiene camino de vuelta, pero no es tan fácil como ir a confesarse: sólo el Papa, el obispo o un sacerdote autorizado pueden revocarla. A principios de este mismo año, por ejemplo, Benedicto XVI levantó la excomunión dictada en 1988 contra los obispos seguidores del francés Marcel Lefebvre, sin importar que, poco antes de esa gracia, uno de ellos hubiese negado el Holocausto. Más le costó a Lutero: en 1520 quemó la bula donde se le avisaba de su inminente excomunión, que mantuvo su vigencia hasta 1999.