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:: TEXTO: ISABEL F. BARBADILLO :: FOTOGRAFÍA: EFE
Sociedad

La uñas de la ignominia

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Constancia Mangue Nsue no puede disimular su complacencia ante las urnas mientras su marido, Teodoro Obiang, dedica a la cámara una mirada triunfal, seguro de que nada ni nadie le puede arrebatar el trono presidencial de su país. Constancia, dictadora consorte de Guinea Ecuatorial, exhibe esa certeza con tanta prepotencia como despreocupación y frivolidad. Instantes antes de cumplir con su deber democrático, parece que su ataviada cabecita sólo está ocupada en un pensamiento: pasar revista a sus largas uñas lacadas de blanco, que esconden en sus dedos el anillo de diamantes extraído por sus súbditos.

En ese pequeño país del África central, antigua colonia española que obtuvo su independencia un día de la Hispanidad de 1968 y donde el castellano es idioma oficial, Constancia reina a sus anchas sobre 600.000 ciudadanos únicamente ricos en miseria.

Segura de que hasta el soldado que la vigila a unos metros puede sentir las delicias aromáticas de alguna exquisita y costosa esencia parisina, la reina de Guinea luce sin pudor joyas y trenzas a la moda. Todos se encuentran, como en casa, sabedores de que el llamado Partido Democrático de Guinea Ecuatorial saldrá triunfante, una vez más, de los comicios en un país que prohibió la presencia de periodistas y observadores internacionales, seguramente para esconder sus vergüenzas. Hasta el colegio electoral donde depositó su voto la pareja, en la misma capital de Malabo, luce ostentoso y pulcro, junto al séquito presidencial, iluminado por las largas y afiladísimas uñas de la ignominia.