Jerez

Aníbal González y su gran plaza

La plaza cercana a Madre de Dios viene siendo desde hace más de 25 años todo un referente jerezano del buen comer El arquitecto creó obras tan emblemáticas como el edificio del Gallo Azul y la estación de trenes

JEREZ. Actualizado: Guardar
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La plaza Aníbal González está casi escondida entre la calle Madre de Dios y la plaza de la Estación. Se puede acceder a ella a través de una calle o por los túneles construidos entre los grandes bloques de La Cartuja o El Puente. Aníbal González y Álvarez-Ossorio. Arquitecto cuya vida y obra se desarrolla entre el final del Siglo XIX y las tres primeras décadas del XX.

Auténtico exponente del denominado estilo regionalista andaluz. Fue responsable del diseño que llevó la Exposición Iberoamericana organizada en Sevilla en el año 1929. Dejó para siempre en la capital hispalense la plaza de España. Todo un emblema. Pero este importante arquitecto no sólo desarrolló su obra en Sevilla, sino que hizo también trabajos para otras ciudades. Jerez es uno de los exponentes más importantes del estilo de Aníbal González con dos edificios emblemáticos cuyos planos llevan su firma: la estación de trenes y el edificio del Gallo Azul.

Como muestra del agradecimiento de la ciudad de Jerez a este insigne personaje, se le concedió el nombre de una plaza hace más de veinticinco años. Aunque se encuentra un poco escondida, esta circunstancia no ha sido óbice para que la conozca la gran mayoría de los jerezanos. Se trata de un lugar donde están ubicados algunos de los establecimientos hosteleros más conocidos de la ciudad.

Ha llegado la mañana y en la plaza hay cierta tranquilidad. Tan sólo se escucha el tronar lejano de las cacerolas que, en las cocinas, se están preparando para el almuerzo. Y el salón del Capri que está quedando más limpio que el jaspe. Ahí está Pepi. Más de 26 años trabajando en el restaurante. En la cocina, en la limpieza y en lo que haga falta. Ahora lo regenta junto con su marido, el conocido Antonio González Parra (Antonio el del Capri).

Tradición culinaria

A lo largo de los años, el local ha seguido teniendo y manteniendo su buen ritmo de comidas. El famoso entrecot de ternera, los anetos a la castellana, las croquetas caseras de jamón siguen siendo sus referentes. «Cualquiera quita alguno de estos platos de la carta. Es imposible. Son ya clásicos del restaurante», asegura Pepi.

Y si por la cocina han pasado toneladas de patatas para pelar y freír en el restaurante Capri, ha sido gracias a la colaboración especial de Andrés Pérez que durante años suministraba a la familia del Capri del tubérculo que tanto se aplaude cuando acompaña a unos buenos huevos fritos y unos filetes como Dios manda. Andrés también es un clásico en la plaza. «Esto es una gran zona. Sí que un poco olvidada pero yo no me puedo quejar de nada. Y menos de mis clientas», apostilla.

Comida italiana

El Maruzzela lleva 18 años abierto al público. Este restaurante, que parece presidir la plaza desde el fondo, se convirtió rápido en un referente del Jerez joven y no tan joven. Familias, grupos de amigos y parejitas con secretos que contarse no han dejado de entrar por sus puertas. Aquí lo fuerte es la comida italiana. «Pizzas, pasta, medallones y cosas así. Y también comida mexicana como tacos, nachos o burritos. Son los platos más solicitados», argumenta Nene, que es el encargado del restaurante.

Almuerzos y cenas. En la intimidad de los salones o tomando el fresco en los veladores. Y una legión de camareros atentos a cada mesa. Ahora huele a café -es temprano todavía-. Pero conforme vaya llegando la noche, el restaurante irá tomando un olor a orégano y mozzarella.

La mercería

Pero no todo va a ser comer en la plaza Aníbal González. Hay vecinos, niños por las tardes, peluquerías, fruterías y pescadería y una mercería con mucho encanto. La lleva desde hace veinte años Isabel Moscoso. Ahí anda con una vecina liando una madeja de lana. «Son para unos patucos que pretendo hacerme para las largas noches de invierno», comenta la vecina. Y es que Isabel no sólo vende hilos y encajes. También se encarga de asesorar a muchas clientas. Ofrece ideas y conduce el buen trabajo de las labores de toda la vida. «Tiene unas manos de oro. Que se sepa que no sólo está aquí para vender. Qué haríamos sin ella.», comenta la clienta suspirando.

Mientras tanto, José Manuel Estudillo ya ha vendido dos lavadoras y un frigorífico. El teléfono truena y mientras vende algo se entretiene en mostrarle la ruta al repartidor. No da abasto. Se trata de su negocio de electrodomésticos de marcas acreditadas. «Pequeñas taras o desperfectos que apenas se notan. Un bollito de nada. Y un gran descuento», apunta.

Aníbal González. El gran arquitecto sevillano. Su obra quedará para siempre. Su plaza en Jerez estaba más que merecida por la huella que nos dejó.