Locales públicos
Actualizado:Hubo un tiempo pasado, sin duda peor, en el que las tabernas se convirtieron en casinos. No había que pagar una cuota para reunirse con gente que compartiera alguno de nuestros gustos y se hacían amistades. De algún tiempo a esta parte, que es precisamente la parte que me toca, las cosas se están poniendo más difíciles. En algunos bares ya no dejan fumar y en otros no dejan beber más de la cuenta. ¿Cuál será la cuenta? Don Antonio Machado despreciaba a esos pedantones «que se creen que saben porque no beben el vino de las tabernas». Ahora van a legislar la temperatura de todos los locales públicos y no hay ningunos en España que sean más públicos que los bares y las tabernas. En general, y no digo que esto sea deseable, va más gente que a los cines y a los teatros. No digamos que a las bibliotecas.
El ministro de Industria, Miguel Sebastián, que se hizo bruscamente famoso en la tele por su celestinesca capacidad para inspeccionar alcobas, ha elaborado una nueva norma sobre el ahorro energético. El conocido chivato, vocablo que el diccionario acoge en su acepción de delator y soplón, se propone muy sensatamente evitar el derroche energético. En España somos pródigos con el dinero ajeno. En algunos ministerios hay que abrir las ventanas en verano para que se vaya el aire acondicionado, que es excesivamente frío, del mismo modo que hay que abrirlas de par en par en invierno, para que pueda huir por ellas el calor que propagan las calefacciones, que son muchas. Casi más que funcionarios.
Ahora que se habla tanto del clima, vamos a regular el de los locales públicos, que no podrán superar los 21 grados en invierno, ni bajar de los 26 en verano. Estamos en lo de siempre: muchos compatriotas están convencidos de que como fuera de casa no se está en ninguna parte.