España busca la influencia perdida en la Cumbre Iberoamericana
América Latina ocupa un lugar secundario en la agenda exterior de Zapatero, que en cinco años sólo ha visitado seis países de la región
ESTORIL.Actualizado:José Luis Rodríguez Zapatero se enfrenta desde hoy y hasta el martes con la asignatura pendiente de su política exterior: América Latina. El Rey y el presidente del Gobierno participan en la localidad portuguesa de Estoril en la XIX Cumbre Iberoamericana, un foro menguante, con ausencias cada vez más frecuentes y unas resoluciones que rezuman inanidad. El líder socialista no tiene la querencia por la región de Felipe González o José María Aznar, y apenas ha cruzado el Atlántico en cinco años y medio de mandato. Esta escasa presencia ha conducido a una menor influencia al otro lado del mar.
El jefe del Ejecutivo tendrá en Portugal los contactos que no ha tenido a lo largo del año. Una tónica por la que los 'hermanos' latinoamericanos llevan camino de convertirse en 'primos' y, si apura el desapego, en conocidos. Este año, Zapatero sólo ha hecho un viaje a América Latina, y no fue oficial sino para asistir a un 'Encuentro de Líderes Progresistas' en Chile en marzo a fin de apuntalar su posterior presencia en el G-20 de Londres. En 2008, su huella en la región se limitó a la Cumbre Iberoamericana de El Salvador y a la cita de la Unión Europea-América Latina que se celebró el Lima en mayo.
En su primera legislatura, el balance fue más rico, mas tampoco para enmarcar. La primera visita oficial fue a México, en mayo de 2004. Ese mismo año participó en la Cumbre de Costa Rica. En 2005, hizo una gira de cuatro días en enero para visitar de una tacada Brasil, Argentina y Chile; dos meses después, se desplazó a Colombia y Venezuela. Los demás viajes fueron para participar en las cumbres de Uruguay, en 2006, y Chile, en 2007.
Mediación
América Latina, sin embargo, ocupa un lugar preferente en la agenda exterior española junto a Europa y el Mediterráneo. Pero la distinción no va más allá del papel. España brilla por su ausencia en los conflictos vecinales, y en los que ha mediado, como entre Argentina y Uruguay por una planta de celulosa en suelo uruguayo, su gestión ha sido inútil.
La diplomacia de Zapatero no es un referente para limar las diferencias entre Venezuela y Colombia por la instalación de siete bases de Estados Unidos en este segundo país, una controversia que amenaza con derivar en una escalada militar. Tampoco arbitra en la disputa entre Chile y Perú por sus aguas jurisdiccionales ni entre Bolivia y Chile por la salida al mar del país andino o entre Nicaragua y Colombia por la isla de San Andrés.
El Gobierno, además, mantiene posturas equidistantes entre los dos grandes bloques ideológicos de la región. El venezolano Hugo Chávez capitanea, con el beneplácito cubano, una línea de izquierda estatista y antiimperialista con ribetes populistas y conductas autoritarias. El brasileño Inazio 'Lula' da Silva lidera a su vez un bloque de centroizquierda, defensor de la economía de mercado, las reformas estructurales y talante moderado.
De esta manera, España, llamada a ser el animador político de las cumbres por su condición de potencia económica y socio europeo, no marca la agenda y su papel, con ser relevante, no es incuestionable. Es más, el Rey y Rodríguez Zapatero han tenido que soportar algún que otro desplante y ver cómo Brasil se erige en faro político iberoamericano.
La falta de pujanza y la escasez de resultados de las cumbres, admitidas por varios socios, ha propiciado que los países latinoamericanos creen espacios de integración sin España y Portugal. Así nació el año pasado en Brasilia la Unión de Naciones Suramericanas, que agrupa a los países del subcontinente; y otros modelos han fortalecido su rango: es el caso de la Cumbre de las Américas, que reúne a las naciones iberoamericanas con Estados Unidos y Canadá.