El 'Estatut' enciende Cataluña
Pujol llega a asegurar que la relación entre España y Cataluña, para la opinión pública, era mejor en el franquismo que ahora El frente común de la sociedad catalana a la espera del fallo del TC abre grietas entre PSC y PSOE
BARCELONA. Actualizado: GuardarNo se conoce la sentencia sobre el 'Estatut' ni se sabe cuándo se conocerá, pero es como si se conociese. El Gobierno pide respeto a la decisión de los magistrados, el PP exige acatar el fallo sea cual sea y los partidos catalanes, salvo los populares, se han envuelto en la 'senyera' y denuncian que un fallo restrictivo será un ataque a la dignidad de Cataluña. Un respetado Jordi Pujol dibujó hace unos días la situación: «En la época de Franco, la relación entre Cataluña y España, desde el punto de vista de la opinión pública, era mucho mejor que ahora». Entre socialistas no es mejor el panorama, y el PSC hace todo tipo de augurios catastrofistas sobre su 'hermandad' con el PSOE.
Se avecinan 'tsunamis' en el tablero político español y catalán. El primero de ellos tendrá que ver con la famosa desafección. El 'president' José Montilla acuñó en su día el término y ahora discurre por tres vertientes: la de los ciudadanos hacia la política -que es la que temía el gobernante de la Generalitat después de ver los altos índices de abstención-, la de los catalanes hacia el resto de España y viceversa. Con el esperado fallo, las tres variantes pueden desbocarse.
Desde Cataluña se entiende que hay un problema de encaje en España que, después de 30 años de democracia, no ha podido resolverse. «Están en juego los pactos profundos que han hecho posible los 30 años más virtuosos de la historia de España», señaló el histórico, y controvertido, editorial conjunto publicado el jueves por 12 diarios catalanes. Es el conflicto sin fin, en el que Cataluña entiende que como pueblo que tiene una lengua y una historia propia exige respeto y reconocimiento de su identidad. Unos le llaman federalismo asimétrico, otros, estado plurinacional, pero desde principios del siglo XX colea el problema de las relaciones entre Cataluña y España.
«Nadie que conozca Cataluña pondrá en duda que el reconocimiento de la identidad, la mejora del autogobierno, la obtención de una financiación justa y un salto cualitativo en la gestión de las infraestructuras son y seguirán siendo reclamaciones tenazmente planteadas con un amplísimo apoyo político y social», señalaba el citado editorial. Se enfrentan, pues, dos formas de entender España y su configuración como Estado. «Si los propósitos de la Generalitat y de las instituciones del Estado no coinciden, se podría producir un alejamiento de Cataluña, que podría llegar a ser irreversible», ha advertido el mesurado Montilla.
Es más, los españoles creen que los catalanes son más independentistas que los vascos y el 40,4% de los consultados en un sondeo dirigido por el experto José Luis Zárraga cree que la sociedad catalana quiere un Estado propio, aspiración que tiene el 28,4% de los vascos.
Nuevos actores
Otra consecuencia del aumento del independentismo es la aparición de nuevos actores, al margen de los partidos soberanistas clásicos, que proclaman, sin ambages, el objetivo de la secesión en sus programas electorales. Es el caso de Reagrupament Independentista, la apuesta de Joan Carretero, ex dirigente de ERC; la Candidatura d'Unitat Popular (CUP), movimiento municipalista que va a más; o la plataforma ciudadana propia desde la que el presidente del F.C. Barcelona, Joan Laporta, quiere dar el salto a la política.
Pero la larga convalecencia del 'Estatut' en el Constitucional ha hecho saltar también las chispas entre los socialistas. Las siempre tirantes relaciones entre PSC y PSOE ahora corren el riesgo de romperse, justo cuando las encuestas castigan a ambos en sus respectivos ámbitos. Si el tribunal tumba elementos esenciales del texto -como la definición de Cataluña como nación en el preámbulo, el derecho y el deber de conocer la lengua catalana, la articulación del Poder Judicial propio y las relaciones de bilateralidad entre el Estado y la Generalitat- Montilla estará entre la espada y la pared. Y el choque entre el PSC y el PSOE estará servido.
Un enfrentamiento que se ha soslayado en muchas ocasiones, la última durante el mandato de Pasqual Maragall. La dirección federal de los socialistas, harta de los devaneos nacionalistas del entonces presidente de la Generalitat, sopesó la creación de una federación del PSOE en Cataluña, para lo que sondeó a algunos alcaldes 'españolistas, como el actual ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, y entonces regidor de L'Hospitalet. Las aguas, sin embargo, volvieron a su cauce.
El PSOE en desventaja ante el PP se vería perjudicado en las próximas elecciones generales si se desencadena una campaña catalana radicalizada contra el Constitucional y contra España. Al mismo tiempo, en Cataluña, una postura pasiva del PSC ante la eventual desnaturalización del 'Estatut' acarrearía un fuerte desgaste para los socialistas catalanes y para el presidente Montilla. La sociedad catalana pide una respuesta contundente. Y ahí es donde jugarán un papel clave los 25 diputados que tiene el PSC en el Parlamento nacional. Los socialistas catalanes siempre han amagado con formar grupo propio, al margen del PSOE, pero nunca lo han hecho. Muchos piensan que éste puede ser el momento. El PSC podrá además responsabilizar al PSOE de ser culpable de la inconstitucionalidad del texto, ya que fue recurrido por el Partido Popular, pero también por los gobiernos socialistas de Aragón y Baleares.