Su peor pesadilla
Actualizado: GuardarCualquiera que observe el currículum de Guardiola, descubrirá que la vida ha sonreído a aquel chico de Santpedor que un día, a los 13 años, dejó el colegio de La Salle para ingresar en La Masía, sede de la cantera barcelonista. Cumplió su gran sueño, debutar con la camiseta azulgrana, y consiguió otras muchas cosas que ni siquiera se atrevía a soñar. Pero Pep también ha tenido que tragar mucha saliva. En primer lugar, cuando una rara lesión de isquiotibiales le tuvo casi un año sin jugar. Los enemigos de Guardiola dentro del club se encargaron de propalar un rumor que prendió como el rastrojo: Pep era homosexual y tenía sida. La mentira llegó a oídos del propio interesado, que prefirió callar. «Lo que carece de fundamento, se esfuma con rapidez», decía. Y así fue. Más le costó capear el segundo gran temporal al que se enfrentó. Sucedió en Italia, cuando militaba en el Brescia. El 21 de noviembre de 2001, tras jugar un partido contra el Piacenza, fue acusado de dopaje con nandrolona. Después de un proceso lleno de irregularidades, el juez le impuso siete meses de prisión, que no llegó a cumplir, 2.000 euros de multa y cuatro meses de suspensión. Al contrario que otros futbolistas extranjeros que pactaron una reducción de pena a cambio de declararse culpables, Pep no cedió. «Es un cabezón -le define su gran amigo, Manel Estiarte-. Si cree que tiene razón, insiste e insiste hasta el final. Cuando ya había cumplido la sanción deportiva, yo mismo le recomendé que pasara, que no se gastara tanto tiempo y tanto dinero en recurrir contra algo que la gente ya había olvidado. Pero me respondió: 'Yo no me voy a morir sin demostrar que no he hecho nada malo'». Lo consiguió. El 23 de octubre de 2007, el Tribunal de Apelación de Brescia anuló la sentencia condenatoria y exculpó al futbolista, que ya había colgado las botas. «Jamás le he visto tan feliz», enfatiza Estiarte.