Ceremonia del horror
Actualizado: GuardarLUn régimen democrático, al menos en la fachada y en determinadas formas, como el español, también puede tener sus ceremonias del horror. Son esos momentos en los que un hálito de estremecimiento sacude las espinas dorsales de muchas personas, al contemplar como en nombre de los procedimientos, de las mayorías, de los rigurosos cumplimientos reglamentarios y hasta de la libertad, se da luz verde a la posibilidad de acechar y dar muerte a seres extremadamente inocentes. El abrazo de las Ministras tras la aprobación de la Ley del Aborto en el Congreso, todas ellas mujeres, casi todas en la edad fértil de concebir vidas humanas, me sugiere la escenificación de un abrazo libertino e inmoral, una mezcla impúdica y liberticida de sadismo institucional y amor a la cultura de la muerte.
Si como católico me horroriza el espectáculo de un Congreso aplaudiendo el mal, como modesto jurista entiendo que nos enfrentamos a la consagración máxima de lo antijurídico, a la legitimación de la mas absoluta negación de la justicia, a la aniquilación de aquellos viejos y entrañables valores con los que los juristas del pasado crearon una sabia doctrina y fueron construyendo un armazón que hoy salta en pedazos: la dignitas, la aequitas, la pietas, símbolos todos del derecho que debe consagrarse siempre en la defensa de los más débiles y perseguidos. Allí donde un derecho se pisotea, en cualquier detención o comisaría, la ley dispone un Letrado para velar por la sagrada dignidad del hombre y la mujer, amparándolos en sus derechos.
Allá donde se juzga la culpabilidad o inocencia de un imputado, un abogado intenta velar con todos los medios lícitos a su alcance por el derecho de defensa, desde las diligencias previas al acto del juicio oral e incluso más allá, en los oportunos recursos que se establecen como susceptibles. Un feto de catorce semanas, sin embargo, no merece a nuestros legisladores ningún esfuerzo social, como no sea el de la consagración del libertino derecho de una ¿madre? a acabar con él.
Hay un mundo turbio, negocial, criminal y podrido en todo el negocio del aborto, negocio millonario de clínicas horrendas donde se conculca el juramento hipocrático. Creo que el jueves el Parlamento olía a algo de eso.