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La coquetería de la Camorra

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Existe una coquetería de la mafia. Sabemos, porque lo hemos ido aprendiendo de las películas y las crónicas de sucesos, que entre los miembros de estas organizaciones hay de todo, desde ancianos campesinos que tratan el crimen como una sagrada tradición familiar hasta jóvenes urbanos tentados por el dinero rápido, el poder rápido, la vida rápida. Pero imágenes como la de arriba nos devuelven el mito duradero del glamour mafioso: Marcello Marrazzo, sospechoso de pertenecer al clan Marrazzo de la Camorra, contempla la calle desde el coche policial que se lo lleva detenido. En la mano izquierda, con dos dedos que recuerdan el cañón de un arma, sostiene un cigarrillo humeante; de hecho, la secuencia completa lo muestra también momentos antes, concentrado en dar una calada mientras un agente lo introduce en el vehículo.

Sí, estamos ante un mafioso coqueto, ese estereotipo que han creado la vida y el cine en su proceso de alimentarse mutuamente. Pero la estética no lo redime: Marrazzo y los otros 28 arrestados ayer en Nápoles -entre ellos, un agente de los Carabinieri y un militar italiano- están acusados de asociación criminal, extorsión, tráfico de estupefacientes, posesión de armas, usura y demás actividades bien poco atractivas, sobre todo cuando se sufren sus efectos. Y, de un tiempo a esta parte, algunos libros y películas, con 'Gomorra' como ejemplo evidente en ambos campos, nos han enseñado ya la esencia cruel, devastadora y miserable de las bandas mafiosas y han dejado al descubierto el monstruo que se esconde tras el bonito disfraz.