Victoria con el guión de siempre

Los resultados siguen aliados con un Real Madrid que ofrece síntomas preocupantes, y más a cuatro días vista de su gran examen en el Camp Nou. Ganó al Zúrich en un partido horrible, resuelto con un gol de Higuaín, y se vio beneficiado por un empate entre el Milan y el Marsella que le deja virtualmente clasificado -sólo caería si pierde por tres o más goles de diferencia en Francia- y con opciones de acabar líder de grupo. La vuelta de Cristiano, al que se le vio con enormes ganas después de 55 días peleado con su maltrecho tobillo, atisba luz en un horizonte sombrío.

Noche extraña en Chamartín, fría, callada, peligrosa si al visitante le da por intentar descubrir el factor sorpresa. Pero para eso hay que alcanzar el nivel mínimo exigible para competir en la Champions, no como este Zúrich que protagonizó la sorpresa del año al ganar en Milan y de inmediato regresó a su cruda realidad. Perdió todos sus partidos y sufrió un set en contra, casi en blanco, en Marsella. Por mal que juegue el Madrid, por mucho que piense en el Barça, es harto difícil que uno de los últimos clasificados de la Liga suiza pueda conquistar el Bernabéu. Sería lo más parecido al alcorconazo que dejó con respiración asistida a Pellegrini.

Estaba cantado que Raúl recuperaría protagonismo, al menos en el equipo, que no en el juego. Pellegrini dio descanso a Benzema, al que desea tener fresco. El guión, el de siempre. El gol llegó casi por obligación, por puro dominio. Un robo de balón de Lass, un buen pase de Kaká a Higuaín y un certero zurdazo de un delantero en constante progresión.

Los únicos aplausos, para Cristiano Ronaldo. Cuando salió a calentar, cuando corrió a por un balón perdido, cuando lanzó un tiro lejano y cuando estuvo a punto de marcar. El Madrid le necesita.