Cambios urgentemente
Actualizado: GuardarHemos llegado a un punto que cualquier equipo no sólo nos gana sino que nos golea (Castellón y Girona), y el que no nos golea (Villarreal) da la impresión de que es porque no quiere. Con esto, llego a la conclusión de que no es que nos gane cualquier equipo, sino que el Cádiz se ha convertido en un equipo cualquiera. Denoto en cada campo que visito que todo el mundo, aficionados y sobre todo jugadores rivales que son los que juegan, ven al Cádiz como un rival muy propicio para conseguir los tres puntos y aliviar su situación comprometida en la tabla. Hace muchas temporadas el equipo amarillo durante aquellos campeonatos en Primera división, servía de bálsamo y remontada para los equipos en crisis a los que nos enfrentábamos. Eso está ocurriendo ahora también, pero con el agravante de que ahora estamos en Segunda, por mucho que seamos un equipo recién ascendido. Es verdad que no se ganan partidos con el escudo y la camiseta, eso está más que demostrado, pero también es verdad y al mismo tiempo no es normal que se nos haya perdido el respeto en cada campo que vayamos por modesto que sea el rival al que nos enfrentemos. Da igual el tiempo que lleven sin ganar, llega el Cádiz y lo hacen. Da lo mismo que no hayan marcado un gol en las últimas jornadas, llega el Cádiz y golean. No importa que hagan un juego pobre y feo, porque llegan los amarillos y juegan de tiralíneas. Eso es lo que más preocupa y lo que más me enoja, que no se nos respete, deportivamente hablando.
Y visto lo visto, esta semana en Vigo se frotaran las manos ante lo que se le viene encima. Ellos verán al Cádiz como la solución a todos sus males, después de Carranza se habrá dado el giro necesario para afrontar el futuro. Y lo peor es que tendrán razón ya que este Cádiz de las últimas jornadas (especialmente como visitante) se ha convertido en un equipo ramplón, previsible, y lo que es peor, en un conjuntoo conformista. No hay nada peor que un conformista. Se puede morir, pero uno se muere matando, y este Cádiz llega a unos límites de conformismo desconocidos. Hay que darle la vuelta como un calcetín, es el momento de revolucionar el once. Ahora o nunca. Y punto