Vivir educando
Actualizado: GuardarCreo que se escribe mucho de educación pero pocas veces lo hacen las personas directamente implicadas en ese campo de trabajo o de batalla: madres y padres, profesorado y alumnado.
Desde aquí intentaré alumbrar algunas cuestiones que nos planteamos con cierta frecuencia los profesionales de la educación.
No nos ha sorprendido, por ejemplo, conocer a través de una reciente encuesta a la población andaluza que mientras que un 33% de nuestra población achaca a los padres la mayor responsabilidad en los problemas que atravesamos con la educación, un 26% se la atribuye a la Administración y un 11% al propio alumnado, sólo un 3% la carga sobre el profesorado (el porcentaje restante se la atribuye conjuntamente a los cuatro sectores).
Llevo veintimuchos años en la enseñanza y he dado clases en más de veinte materias diferentes de saberes humanos y sociales. Actualmente trabajo con alumnado de ESO, Bachillerato y Ciclos Formativos, y he trabajado también como profesor universitario. Como también estoy recién salido de la actividad gestora, ya que he trabajado como director de un instituto durante cinco años, y conozco algo de los cambios sociales, aunque sólo sea por ser sociólogo, creo que tengo cierta perspectiva para poder analizar algunos problemas educativos.
Y voy a comenzar por romper una lanza por mis compañeros y compañeras docentes. Hasta que no he dado clases en 3º de ESO y he realizado múltiples guardias en el primer ciclo de la ESO no he sido plenamente consciente de toda la situación. Y entiendo perfectamente que muchos y muchas de mis compañeros/as docentes de estos niveles se despierten con inquietud por las noches y que a menudo les cueste conciliar el sueño pensando qué inventarse para poder salir indemnes de ciertas clases.
No es nada fácil hoy en día trabajar en tensión durante cuatro o cinco horas diarias con grupos de una treintena de chicos y chicas, entre los que campan a sus anchas un número considerable de repetidores/as con nulas ganas de hacer algo en clase e intentando boicotear la misma.
No se corresponden estas sensaciones y este desasosiego con la dignidad y el reconocimiento que tradicionalmente ha supuesto nuestra profesión.
Y es que la educación y la transmisión del legado cultural que realizamos los humanos de una generación a otra es probablemente la actividad más digna y enriquecedora que podemos desarrollar.
La educación y la transmisión cultural es la tarea más propia del homo sapiens. Según la famosa frase que Píndaro utilizaba para animar a los atletas griegos «no hay nada más importante para cada ser humano que llegar a ser lo que somos», y como decía Inmanuel Kant «se llega a ser plenamente humano a través de la educación».
Pero educar es bastante más que transmitir conocimientos y bastante más que conseguir que el alumnado adquiera ciertas competencias básicas.
Educar es apoyar el crecimiento personal de cada alumno/a transmitiéndole que la auténtica libertad se basa en el aprendizaje que nos permite pensar por nosotros mismos para poder mejorar nuestra vida personal y la de los demás. ¡Y en esas queremos estar!