Rubalcaba se enzarza en una pelea en el pasillo del Congreso a cuenta de Sitel
El PP exige su dimisión por unas presuntas amenazas a sus diputados
MADRIDActualizado:Que la campaña puesta en marcha por el PP para cuestionar el sistema de escuchas de la policía había despertado la indignación del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, era evidente. Que su enfado llegara al punto de estar dispuesto a desbordar el marco parlamentario para enzarzarse en una bronca de tú a tú en los pasillos del Congreso, no. Allí, con tono de voz elevado y visiblemente alterado, reprochó a los diputados populares Esteban González Pons y Carlos Floriano sus insistentes críticas.
La discusión acabó convertida en un sainete, pero tras ella hay un asunto serio. El Gobierno reprocha al partido opositor que ponga en el disparadero el funcionamiento del Estado de Derecho para salvar sus muebles en el caso Gürtel, en cuya investigación judicial se empleó el Sitel. Los populares alegan que lo único que piden es que se regule el uso de este sistema, porque no existen normas claras que garanticen la seguridad jurídica y el derecho a la intimidad de los ciudadanos.
Pero el tema es más complejo porque, en el camino, el PP ha sembrado dudas sobre la existencia de una operación de espionaje contra sus dirigentes orquestada desde el Ministerio del Interior. La primera en lanzar la piedra fue, el pasado agosto, la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, quien, sin aportar nombres ni datos, afirmó que miembros de su formación habían sido víctimas de escuchas ilegales.
La cuestión llegó ayer en segunda derivada a la sesión de control al Gobierno. El portavoz popular de Medio Ambiente, Carlos Floriano, acusó al Ejecutivo de usar un sistema «ilegal» que «va más allá de las escuchas». Rubalcaba replicó que ya han pasado cinco meses y el PP no ha acudido a los tribunales para denunciar lo que dijo Cospedal. Pero se quedó sin tiempo para rematar su intervención.
«Paranoia»
Caliente, después de que en el hemiciclo los populares hubieran sacado a relucir también los GAL, el ministro se fue a la zona reservada al Gobierno en el palacio. Luego volvió a salir y en el pasillo vio al vicesecretario de Comunicación del PP, que ha hecho del Sitel su caballo de batalla, y a Floriano. Marchó hacia ellos y los dirigió al Salón de los Pasos Perdidos, en busca de un lugar discreto para hacer constar su enfado. La cosa se le acabó yendo de las manos. Los dirigentes de la oposición aseguran que el ministro «perdió los papeles», tildó a Floriano de «paranoico» -cosa que el ministro no niega- y que se puso tan agresivo que el presidente del Congreso, José Bono, tuvo que intervenir para que «dejara de amenazarlo», una intervención que otras fuentes minimizan. La supuesta amenaza, según el PP, fue decir: «Escucho todo lo que dices, veo todo lo que haces». Semejante frase pronunciada por el responsable de la seguridad del país suena, alegan en el partido opositor, muy mal.
Alfredo Pérez Rubalcaba tampoco desmiente que esas palabras salieran de su boca, pero rechaza que en ellas hubiera amenazas. Según su versión, todo empezó al reprochar a los populares que lo acusaran de algo tan grave como espiar a la oposición con un emplazamiento: «O te callas o vas al Supremo». Floriano negó, supuestamente, que él difamara al ministro y éste replicó «veo y oigo lo que dices» en referencia, conforme a su versión, a las declaraciones del diputado en radio y televisión. «Sería una estupidez recriminar al PP por acusar al Gobierno de espiar a sus miembros y al mismo tiempo amenazar a un diputado con escucharle», insistió después.
Hay, tras las sospechas del PP, un elemento clave: la transcripción de una conversación entre Cospedal y el secretario general del partido en Madrid, Francisco Granados, sobre el imputado por la trama Gürtel, el ex consejero de Deportes Alberto López Viejo. Esa transcripción se empleó en un reportaje de la cadena Cuatro y dado que ni Granados ni Cospedal estaban imputados, los populares concluyeron que hay motivos para pensar que sus teléfonos estaban intervenidos.
Lo cierto es que Cuatro jamás achacó esa información a fuentes policiales y tampoco ha afirmado que la transcripción fuera algo más que una recreación periodística de una conversación con fuentes políticas. Rubalcaba afirmó ayer que es exactamente eso.