ANÁLISIS

Asia primero

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Barack Obama decidió la semana pasada no viajar a Berlín para celebrar junto a los dirigentes europeos el 20º aniversario de la caída del Muro y el final de la tiranía soviética. Todos los analistas de política internacional coinciden en que cualquier presidente de EE UU anterior habría estado presente en una celebración similar. Pero Obama no. Europa le interesa mucho menos que a sus predecesores. Por un lado, es un problema resuelto. Por otro, parece que no hay modo de que la UE se convierta en un actor global, capaz de tener voz propia y aportar soluciones a los grandes desafíos con los que ha empezado el milenio. Las discusiones en Bruselas esta semana en torno al nombramiento de un presidente europeo y un representante de la política exterior y de seguridad, carentes de ambición y centradas en no disgustar a ningún país grande, son muy reveladoras.

Asimismo, la gira asiática de nueve días emprendida por el presidente de EE UU a continuación de la fiesta berlinesa ilustra claramente dónde están sus prioridades estratégicas. En Japón, Singapur y Corea del Sur, el presidente Obama es muy popular. Los tres países están dispuestos a hacer de nuevas 'Europas' con las que EE UU puede contar en el continente asiático para gestionar asuntos económicos y de seguridad. En China, la política americana es menos frontal, en parte por la creciente interdependencia de la economía de EE UU y la de China y, en parte, por el papel ascendente y a la vez enigmático y reservado de Pekín en la política global. En este país, Obama ha combinado bien un discurso pragmático y realista, en torno a la moneda china y los futuros acuerdos internacionales sobre cambio climático, con una visión normativa sobre el respeto a los Derechos Humanos y el asunto del Tíbet. En el fondo, está siguiendo con mucha fidelidad la política de George W. Bush hacia el gigante asiático. No hay 'feeling' ni calor alguno en la relación personal entre Obama y Hu Jintao y, claramente, el líder norteamericano no se siente del todo cómodo en la capital china, no sólo cuando visita la Ciudad Prohibida con temperaturas polares. Pero sabe que el futuro pasa por el trabajo conjunto EE UU-China y el entendimiento en media docena de asuntos globales. Mientras tanto, los 27 gobiernos europeos celebran la entrada en vigor de un nuevo tratado para la UE, pero se resisten a elegir líderes con proyección global, continúan queriendo tomar las decisiones sobre política exterior de la Unión por unanimidad y consideran que la seguridad debe seguir siendo un asunto más nacional que compartido.