Dos turistas pasan junto a una obra de Andy Warhol expuesta en el museo Guggenheim de Bilbao. / J. L. NOCITO
Sociedad

Las empresas cierran el grifo a la cultura

La crisis provoca una estampida en los patrocinios y obliga a los museos a reducir exposiciones o tirar de colecciones propias Sólo bancos y empresas de telecomunicaciones mantienen el tipo

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Cuando las empresas atraviesan por un bache económico, empiezan por reducir los gastos al máximo. Es ley de vida. Lo normal es que primero metan la tijera en la inversión publicitaria y aquellas acciones que buscan dar una buena imagen corporativa; es decir, los patrocinios.

El mundo de la cultura vive en gran medida del apoyo económico de las compañías, por lo que no resulta extraño que la crisis actual se deje notar en el sector. Casi todos los festivales y museos con exposiciones sostenidas con financiación privada -véase el Thyssen o El Prado- andan inmersos en un ajuste presupuestario sin precedentes, pese a lo cual lograrán salir a flote con la imaginación como salvavidas. Peor lo llevan los promotores musicales después de que muchos ayuntamientos hayan cerrado el grifo a los grandes conciertos.

O los ciclos de ópera, donde también se deja notar el descenso en las subvenciones. Las vacas flacas ya están aquí y, según los expertos, lo peor todavía puede estar por llegar.

Que una empresa de renombre admita una merma en los fondos destinados a las actividades culturales es una misión casi imposible. Este periódico ha consultado a media docena de entidades y en todas la contestación es similar. Frases como «el presupuesto destinado a la cultura es parecido al que había el año pasado» o «mantenemos nuestra apuesta cultural» se repiten.

No todas mienten. A muchas firmas les conviene continuar con su aportación porque obtienen sustanciosas ventajas fiscales y además existen entidades -sobre todo bancos y empresas de telecomunicaciones- que conservan un envidiable músculo económico en medio de la inetivable caída de sus millonarios beneficios.

Ver a una institución cultural poniendo en marcha una iniciativa en solitario se ha convertido prácticamente en una quimera, porque con sus propios fondos ya no puede asumir el coste de una exposición o un espectáculo. ¿La nota positiva? Que esta situación de debilidad ha abierto la puerta a la colaboración entre las empresas.

«Es lo bonito de la crisis. Esta situación ha hecho que nos sentemos a proponer cosas juntos», se congratula Ignasi Miró, director del área cultural de la Obra Social La Caixa. En el caso de la entidad catalana, su presupuesto apenas ha variado respecto a 2008 -incluso es superior en siete millones-.

Cierto es que las cajas no son el mejor ejemplo porque en lugar de repartir sus beneficios entre los accionistas, como acostumbran las principales empresas, tienen la obligación legal de destinar ese dinero a sus acciones sociales.

La realidad es tozuda y deja al descubierto un panorama poco boyante para la cultura en España. Las cuentas de los museos y centros de arte participados por capital privado delatan, por ejemplo, un nivel de endeudamiento preocupante.

La Fundación Colección Thyssen-Bornemisza prevé para este año una cuenta de resultados en números rojos (se habla de más de cuatro millones de euros en pérdidas). Al mismo tiempo, el Museo Fundación Antoni Tàpies ha tenido que hacer auténticos equilibrios financieros para acabar las obras de remodelación que mantienen cerrada la pinacoteca desde enero de 2008. Otras instituciones guardan un prudente silencio, pero no pueden esconder que habrá un desplome de los ingresos.

Para más inri, la crisis ha producido un descenso significativo en los ingresos por alquileres de espacios a empresas que oscila entre el 80% de los algunos pequeños museos y el 10% registrado por El Prado. Sea como fuere, la consecuencia es una reducción de exposiciones temporales o, en su defecto, una tendencia por dar salida a los fondos propios que hasta ahora permanecían ocultos en los almacenes. Quienes salen peor parados son los complejos jóvenes y de arte contemporáneo. El Thyssen, por ejemplo, pasará de cinco a tres muestras en 2010 y el IVAM valenciano no descarta seguir el mismo camino. El director de El Prado ha preferido aprovechar la ocasión para tirar de fondo de armario siguiendo el ejemplo del Metropolitan de Nueva York o el Albertina vienés. Miguel Zugaza está convencido de que los platos fuertes de un museo deben ser «su propia colección y las actividades temporales».

Explotar la marca

Cierto es que la realidad de cada museo es muy diferente y dar con la tecla idónea obliga a menudo a un esfuerzo de imaginación, más si cabe en plena caída en el número de visitantes, pero existen mecanismos con los que rentabilizar la actividad de un centro de arte. Los museos británicos, con un 40% de su gasto sufragado por el Estado, son de los pocos que se agarran a la vieja fórmula de las exposiciones estrella con un alarde de marketing y publicidad para intentar huir de la quema.

Otra solución con muchos adeptos consiste en ampliar las sedes del propio museo aprovechando el tirón de la marca, como el Louvre, que está a punto de abrir una franquicia en Abu-Dhabi. El Hermitage ya abrió sucursal en Holanda y pronto lo hará en Inglaterra.

La estrategia no es nueva y recuerda a la exitosa política de franquicias auspiciada por el Guggenheim. ¿El problema? Que la incertidumbre económica ha acabado en la cancelación de proyectos emblemáticos cuyo porvenir parecía garantizado y, con ello, ha cerrado la puerta momentáneamente a esta fuente de ingresos a muchas instituciones museísticas. A la Fundación Salomon R. Guggenheim le ocurrió hace poco con el centro previsto en la ciudad mexicana de Guadalajara.

Cuentan en el sector que quienes primero recortaron su colaboración con los museos fueron las constructoras, luego les llegó el turno a las industrias y ahora la reducción de aportaciones es generalizado. Quienes mejor lo llevan son los grandes bancos. De hecho, sólo en la Fundación Banco Santander admiten que el próximo año podrían tener «algo menos de presupuesto» para el área cultural. El resto de entidades consultadas por este periódico presume de no haber reducido la financiación a las actividades culturales. En el BBVA, sin ir más lejos, dicen haber mantenido la inversión «en líneas generales» gracias al buen comportamiento de la compañía en el actual contexto de crisis.

Quizás la clave de que aquellas empresas con beneficios mantenga su interés por la cultura esté en la Ley de Mecenazgo aprobada por el Gobierno de José María Aznar en 2002, en la que se ampliaron los beneficios fiscales previstos para las fundaciones en una época en la que ese tipo de sociedades crecían como setas. Entre las ventajas de las que gozan estas entidades figuran las rentas exentas de impuestos a los donativos, subvenciones y cuotas de asociados.

Tanto el Gobierno vasco como la Generalitat catalana prometieron en época de bonanza mejorar la normativa en sus respectivas comunidades autónomas. Al final, todo se quedó en agua de borrajas.

La preocupación por el desplome de la recaudación vía patronos privados alcanza también a las instituciones públicas, que cargan con una importante parte del presupuesto de los grandes museos. El PP vizcaíno mostró recientemente su intranquilidad por las consecuencias que podría tener la crisis sobre el Guggenheim bilbaíno. Su apoderado Arturo Aldecoa alertó en las Juntas Generales de la «delicada» situación de algunas compañías colaboradoras, pero el balance definitivo de ingresos y gastos no llegará hasta final de año.

Música y cine

La huida de patrocinadores ha pinchado además la burbuja de los festivales musicales. Tan sólo aquellos que realmente eran rentables -el FIB, Sónar, Monegros o BBK Live- se mantienen en cartel, pero otros proyectos más endebles en lo económico como el Summercase se han visto obligados a desaparecer. En los certámenes de cine la situación tampoco es mucho mejor. El Zinemaldia donostiarra acaba de ver por segundo año consecutivo cómo cae la aportación de la Diputación guipuzcoana, mientras que la famosa Berlinale bucea en el mercado en busca de un patrocinador que sustituya a Wolkswagen. El contagio es masivo.