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García Yebra ya publicó, entre otros libros, 'Los crímenes del Museo del Prado'. / LA VOZ
Sociedad

Terror psicológico en un pueblo castellano

El periodista Tomás García Yebra recrea en la novela policíaca 'El cebo', la obra maestra del director de cine filme Ladislao Vajda

ANTONIO PANIAGUA
MADRIDActualizado:

El escritor y periodista de la agencia Colpisa Tomás García Yebra da una vuelta de tuerca en la concepción del género policíaco y recrea en su última novela la película El cebo, una obra maestra del director de cine Ladislao Vajda. En el relato homónimo, publicado por la editorial Funambulista, García Yebra conserva el horror que suscita la película, con el desafío de evitar las descripciones cruentas. «A los nueve años vi El cebo en mi pueblo, Las Navas del Marqués, y me aterrorizó. He tardado 40 años en digerirla», asegura el autor.

El libro de García Yebra cuenta la historia de un infanticida que perpetra sus asesinatos en el bosque, dentro de una atmósfera de misterio y tensión, tributaria del filme. El escritor infunde a su obra elementos cómicos, de los que carece la cinta de Vajda, y sitúa el escenario del crimen en su pueblo natal, Las Navas del Marqués (Ávila). Como homenaje a las novelas policíacas de García Pavón, el autor se inventa un hermano de Plinio, Samuel González, alias Triclinio, un sagaz aunque a veces extravagante jefe de la Guardia Municipal de Socuéllamos.

El libro, que será presentado este lunes en el Ateneo de Madrid por Manuel Gutiérrez Aragón, Fernando R. Lafuente y Fernando Martínez Laínez, es más que una novela detectivesca, si bien cumple escrupulosamente sus leyes. La obra evoca en su trasfondo parajes, canciones y personas que constituyen la educación sentimental del escritor.

En El cebo, García Yebra vuelve a demostrar su pericia en el manejo de los hilos del género negro, como ya acreditó en su novela anterior, Los crímenes del Museo del Prado. En esta ocasión recurre al terror psicológico para adueñarse de la voluntad del lector. «Provocar suspense y angustia so de remembranza de la infancia perdida del escritor, del paisanaje de Las Navas del Marqués, de su intrahistoria y hasta de los giros dialectales de sus moradores. Con un cuidado estilo, seguidor de la «primitiva sencillez» que postulaba Azorín, atento al detalle costumbrista, el autor traza dos líneas argumentales que se entrecruzan: la pesquisa detectivesca y las vicisitudes de las gentes de las Navas, con sus quehaceres y manías, pero también con la poesía de las pequeñas cosas. «Es una novela muy local, muy rural, pero todo ese mundo, si aciertas a describirlo, tiene su encanto».

A petición de su primo, el alcalde del municipio abulense, el protagonista, Samuel González, viaja de La Mancha a Las Navas para esclarecer el asesinato de Mariló, una niña salvajemente asesinada por lo que parece un ogro. El escrutinio de un dibujo infantil, que representa a un gigante que parece regalar monedas de oro a una niña, va sembrando de pistas la trama, cuyo desenlace sorprende al propio autor. «A mitad del relato creí saber quién era el asesino, pero me confundí, no era él Sólo al final logré averiguarlo». Y es que sólo en los últimos compases de la narración, a diferencia de la película, se descubre al autor de los asesinatos.

Entre la película y la novela hay muchas semejanzas argumentales, aunque hay también muchas diferencias. Si el filme de Vajda, una coproducción hispano-suiza-alemana, de 1958, en nada se parece a una película española de la época, la novela de García Yebra sí es muy castiza. Reproduce con fidelidad el habla castellana y deja entrever en retazos la idiosincrasia de esos personajes secundarios del relato que son los naveros

García Yebra reivindica un ejercicio literario hoy caído en desuso y que hasta se considera estéril: la descripción. Es más, el autor se detiene en describir los rasgos fisonómicos de las gentes que pueblan su novela y a partir de ahí extraer conclusiones morales de su carácter, operación que no está exenta de humor. Lo paradójico de esta versión literaria de El cebo es que, bajo el horror y la vileza humanos, subyace una armonía alejada del estruendo y las miserias del mundo. Una armonía que García Yebra ha encontrado en Las Navas del Marqués.