El militante Camps en la Convención
El PP valenciano monta una operación de apoyo a su presidente, que llegó a Barcelona con 200 fieles
BARCELONAActualizado:Los fotógrafos, las cámaras, los curiosos y los agentes de seguridad se arremolinan en el acceso principal al Palau de Congresos de Cataluña, como si estuviera a punto de llegar una estrella del rock. En la retaguardia, los forofos daban saltitos de emoción mientras esperaban a la estrella, perfectamente organizados y dirigidos por una monitora, la castellonense Soledad Linares, que dio las oportunas instrucciones en el momento perfecto, con gestos idénticos a los de un director de orquesta. «Un, dos tres. ¡Presidente! ¡Presidente!», gritaron los fans al unísono.
Camps hizo una aparición espectacular, rodeado de su comité ejecutivo y el Govern al completo. Con la sempiterna sonrisa y una plena disposición a atender a los periodistas para proclamar ante los micrófonos el mensaje con el que irrumpió en la Convención. «Aquí estoy, el militante Paco Camps, a pie de obra». Fue la joya que regaló a la militancia y a los medios de comunicación.
No fue éste su único mensaje, aunque quizás fuera el más inocente de los que dejó flotando en el ambiente de la reunión, cuando aún resonaba en los telediarios su desafortunada metáfora sobre lo que se puede hacer con una furgoneta y una cuneta. «Muchos apostamos por Rajoy en los buenos y no tan buenos momentos», espetó a su líder, en el tono inofensivo de quien no quiere que se note que espera cobrar favores concedidos. Tras haber dejado esas dos perlas flotando en el éter, la claque del presidente valenciano, que seguía instrucciones del vicepresidente Vicente Rambla, le llevaba casi en volandas hacia el interior del recinto a los gritos de «¡Paco, presidente!». No pocos dirigentes de otros territorios asistían estupefactos a la demostración de los valencianos. «Es bochornoso». «Resulta ridículo». «¿Es que se creen que no se nota el montaje?». «Es de vergüenza», fueron algunos comentarios cogidos al vuelo de los dirigentes de otros territorios testigos de la demostración de adhesión al president.
La manifestación espontánea de los dos centenares de militantes valencianos -que llegaron a Barcelona en cuatro autobuses- escoltó a Camps a su encuentro con Mariano Rajoy, a quien arrastró hasta el escenario para la foto oportunity. Los objetivos se inflaron a disparos para recoger las fotos de la familia popular valenciana con el líder nacional. Rajoy hizo mutis por el foro en cuanto pudo, pero Cospedal se unió a la fiesta para hacer partido y escenificar la paz interna, que sólo resultó completa cuando Camps alcanzó a Esperanza Aguirre, y añadió a su álbum la instantánea con la lideresa.
El almuerzo de los barones autonómicos con el líder del partido defraudó todas las expectativas de lo soso que resultó. Ni un mal discurso, ni un mísero comentario trascendió, aunque dice alguno que estuvo presente que se intercambiaron muchos -y sabrosos- entre los comensales. Por no haber no hubo ni foto de familia. Comprensible. Rajoy ya había cubierto el cupo del día.