Profesores, los últimos de la clase
El sistema educativo cambia el esquema y carga a los docentes con el mayor peso de la educación cuando se pone en duda su autoridad Cuatro profesionales gaditanos debaten sobre la situación en las aulas
CÁDIZ Actualizado: GuardarLa autoridad hay que ganársela en el aula. Los docentes saben que ni los castigos ni el tratamiento de usted los legitiman ante una clase. Tal vez sirvan de barrera de contención los primeros días, pero si en ese tiempo el profesor no se hace con el grupo estará perdido.
El curso comenzó en septiembre con serias dudas sobre el papel del educador. Las administraciones reivindicaron la necesidad de recuperar la figura de autoridad pública de este funcionario, que por otro lado, ya recogía el Código Penal. Pero las medidas planteadas tienen poco recorrido y ninguna de ellas va al origen del problema. El profesor asume el papel de docente, vigilante, tutor y amigo -por aquello de la comunicación de cercanía-. Cada curso tiene que hacerse cargo de nuevas responsabilidades que le genera desorientación e incertidumbre. Tiene herramientas, pero no siempre cuenta con el apoyo social y de las familias para cumplir la tarea asignada.
Las conclusiones surgen de un debate organizado por LA VOZ con cuatro profesores de centros públicos y concertados de Cádiz en el que participó la directora del periódico, Lalia González-Santiago. Pertenecen a generaciones diferentes y la experiencia separa sus métodos docentes, pero el alumnado al que forman es el mismo.
En general son jóvenes que han crecido en un «ambiente más amable, con poca cultura del esfuerzo». La educación se ha dejado en manos de los abuelos, «mucho más bondadosos y flexibles a los que nunca han visto como una verdadera autoridad», plantea Manuel Otero, director del Colegio Campo del Sur. Sus alumnos pertenecen, en muchos casos, a familias desestructuradas, con problemas económicos y eso se refleja en el rendimiento en las aulas. «La falta de estabilidad en un hogar o de atención por parte de los padres son responsables del fracaso escolar», explica el docente de 52 años.
Manuel Otero comparte experiencias con Francisco Vacas, director del Instituto Columela. Al centro de las Puertas de Tierras le tocó asumir la enseñanza de los alumnos de 12 a 16 años del Campo del Sur que iniciaban la Secundaria cuando se suprimió la antigua EGB. Recuerda que aquellos años fueron los más conflictivos y tuvieron que recurrir incluso a la Policía Local y a la Delegación de Asuntos Sociales para reducir los altos niveles de absentismo escolar.
«De eso hace ya una década y la situación ha mejorado, pero los grupos siguen cambiando», explica el director del Columela. «Llevo casi treinta años en la educación y siempre he considerado que hay que partir de una relación de confianza mutua con los alumnos», añade Vacas, que no duda de que la base de la disciplina en los colegios la tiene el tutor y si sabe llevar la clase «se reducirá la conflictividad».
Cambios educativos
Pero no siempre resulta fácil y no todos los grupos son iguales. La reforma de la Logse zanjó el problema que había en las escuelas y lo trasladó a los institutos. El principal escollo se encontraba entre sexto y séptimo, donde se concentraba el mayor número de repetidores. Era entonces cuando el desinterés por los estudios y las malas notas daban lugar a alumnos problemáticos. «Ahí sí había que ponerse en su sitio. He visto a compañeros verdaderamente quemados, que daban clase en barrios conflictivos», recuerda Manuel Otero. El problema no es nuevo, siempre se han producido casos, pero las estadísticas y la propia realidad evidencian el aumento del desgaste profesional en este sector.
El profesor Jerónimo Moreno da clase ahora a jóvenes de esos niveles y considera que «la situación no es tan mala». «Los años de experiencia y el trabajo que realices con ellos es fundamental para que no se te vayan de las manos», dice al respecto. A pesar de las estrategias, reconoce que «cada vez se necesitan más herramientas para atraer su atención». «Los profesores tenemos que incluir, no sólo los cambios tecnológicos o pedagógicos que proponga la Administración, sino al entorno social que rodea a nuestros alumnos. Si no te adaptas, te estrellas».
Cambios sociales
Los docentes invitados coinciden en que la realidad del centro está marcada por la sociedad, desde la situación familiar a las pandillas de amigos. La conciliación de la vida laboral y familiar recae casi en exclusiva sobre la escuela que cada vez asume un mayor peso. El director del Columela advierte de que «la educación tiene que ser compartida, pero siempre de la mano de los padres. Esa dinámica de dejar al niño por la mañana y recogerlo por la tarde no me parece lo más adecuado».
Javier Caravaca tiene 30 años y es profesor en el Colegio concertado San Felipe Neri. A pesar de su corta experiencia, asegura que la participación de los padres en su centro es mayor, a juzgar por las intervenciones realizadas durante el debate.
Caravaca deja claro desde un principio que «no es por el colegio en sí, probablemente los que se encuentran en la misma zona tengan una situación parecida». A su parecer, el problema de la conflictividad está sobredimensionado. «No creo que haya tantos casos como se plantea ni que los profesores estemos indefensos o hayamos perdido el respeto ante la clase». Aun así, reconoce que «está en la calle y hay que intentar comprender cada realidad».
El profesor habla de situaciones como la necesidad de citar a padres de un mismo alumno en diferentes días porque están separados o replantear algunas clases cuando hay estudiantes de otras nacionalidades. «Es evidente que nada tienen que ver las clases de hoy con las que se impartían hace diez años».