vuelta de hoja

La otra contrarreforma

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El ex vicepresidente económico, ex gerente del FMI y aspirante a ex presidente de Caja Madrid, ya que aspira a presidir algo más, don Rodrigo Rato, se ha convertido en un ser talismánico. Un gran número de compatriotas, si bien todos pertenecientes a su partido, están seguros de que es el hombre capaz de salvarnos, aunque haya estado algunos años disfrazado del hombre invisible. «Voy a alejarme para hacerme amar», dijo el emperador Tiberio, según los historiadores que no estaban allí, en el momento de morir. Don Rodrigo, al que le deseamos una larga vida, supo tomar una adecuada distancia. Es una persona inteligente y quizá le bastó con echar una ojeada al elegido digitalmente por Aznar para darse cuenta de que todo era cuestión de paciencia.

En sus primeras declaraciones ha dicho que urgen reformas para evitar durante largo tiempo lo que los economistas llaman «crecimiento débil». Es lo mismo que lo que los militares denominan «avances hacia la retaguardia», ya que tienen prohibida la palabra retroceso. Lo que nos urge a nosotros es saber en qué va a consistir la reforma. Somos el segundo país de la Eurozona que se verá obligado a hacer un esfuerzo mayor para reducir el desequilibrio entre ingresos y gastos en las cuentas públicas. La gran pregunta es si ese esfuerzo tienen que hacerlo siempre los mismos. La CE lo tiene claro: exige a España recortar el déficit recortando pensiones y sanidad. Lo malo es que los perjudicados por esas medidas discrepen y en vez de recortar piensen que lo adecuado sería cortar por lo sano, o sea, a la altura de la nuez, el pescuezo de quienes nos han llevado a esta situación. Demasiados tontainas electos y no poco listillos que aprendieron a llevarse lo que no era suyo. A diestra y siniestra. De frente y por detrás.