Abuelas 'puntocom'

Los viernes, en el Centro de Adultos, toca clase de informática. «Cada vez te vas metiendo más, y vas buscando cosas nuevas», dice Carmen Alcedo sobre esta nueva faceta en su vida. Carmen es catequista y le ha encontrado una primera utilidad a tanto puntocom: «Yo cojo cositas: llamo a mi amiga y de la página de Bethania me saco los Evangelios».

Manolo Pérez, el profesor, explica que en sus clases las abuelas aprenden sobre todo a manejarse con el procesador de textos, y a teclear, con un programa con el que además trabajan los verbos o el vocabulario. En las aulas aprenden además sobre otras nuevas tecnologías de uso cotidiano, como la calculadora o el teléfono móvil.

A casa de Ana María García, que vive sola con su marido, la revolución llega con los nietos. Su compinche sólo tiene nueve años: «¡Lo bien que maneja el ordenador!, él es el que me ayuda», dice con amor de abuela.

Antonia Rodríguez afronta su segundo curso. El móvil se lo compró ella misma en enero. «Ya me he acostumbrado, y no me voy a ningún sitio sin él», suelta en unas palabras que hace cinco años serían mucho más llamativas.

En el primer acercamiento de Teresa Atienza incluso aprender a utilizar el ratón le supuso todo un misterio: «Sabía cómo era, pero no cómo se cogía», recuerda.

Francisca Mateo lleva ya dos o tres cursos, y es de las más equipadas: «Yo tengo en casa un portátil, que me regaló mi hijo para escribir, por el Día de la Madre». Porque escribir es lo que le gusta.

Al rato de empezar la clase se incorpora Antonio Castañeda. No le ponen falta. Único «alumno varón» hoy («El hombre todavía no está concienciado», comenta), lo disfruta a fondo: «Aquí tú te concentras y las horas se te van rápidas». Tan rápidas como su ADSL.