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Editorial

Sin consuelo

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E l freno en la caída del PIB español conocida el jueves perdió su efecto balsámico apenas 24 horas después. La confirmación ayer de que la eurozona ha dejado atrás la recesión, gracias al imprevisto vigor alemán y a la recuperación de otras economías grandes como la francesa o la italiana, ni siquiera puede consolar a nuestro país por el potencial e indirecto beneficio que puede suponerle el regreso al crecimiento de sus socios. El hecho de que los datos provisionales de Eurostat sitúen en el furgón de cola a la economía española junto a las de Chipre y Grecia, y la reiterada advertencia de que será la última de la zona euro en salir de la crisis, implica una comparación tan negativa con los vecinos comunitarios que no cabe congratularse de que nuestro deterioro haya ido a menos; ni insistir en que lo peor ha pasado, cuando lo peor, en nuestro caso, se intensifica cuando se comprueban los avances que van consolidando otras economías con cimientos más sólidos y menos dependientes del espejismo inmobiliario. Es evidente que un contexto internacional más favorable propicia un nuevo clima de confianza que podría inocularse a aquellos países que, como España, no atisba aún la salida del túnel y muestra resistencias ante los síntomas de restablecimiento generales. Pero también podría precipitar decisiones, como un eventual repunte de los tipos por parte del Banco Central Europeo para estabilizar los precios, que perjudicarían a las economías ahora más frágiles y de más tardía recuperación.

Es responsabilidad del Gobierno tener conciencia de todos los escenarios posibles y tratar de anticiparse a sus consecuencias eventualmente más negativas y gravosas. La dilación a la hora de afrontar reformas que se han revelado ineludibles, como las que afectarían al decaído mercado laboral, hace que debates como el abierto estos días en torno al llamado 'contrato alemán' nazcan lastrados cuando nuestro país suma ya cuatro millones de parados. Porque no se trata sólo de los interrogantes que surgen en torno a la viabilidad en España de una iniciativa que combinaría el trabajo a tiempo parcial con prestaciones por desempleo; es que el estímulo que podría suponer una fórmula que intenta preservar en épocas de crisis los puestos de trabajo, reajustando sus condiciones, queda diluido de antemano cuando se han destruido ya tantos empleos.